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Mi Psicóloga se enamoro de mi y la mandé a terapia

La relación entre terapeuta y paciente se comenzó a desdibujar. FOTO: iStock

Durante tres años mantuve una relación con Natalia, ella era una joven que me gustaba mucho, pero las cosas se tornaron sombrías y decidimos terminar.

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A mí me afectó mucho y tuve que ir a terapia psicológica para afrontar la ruptura.

Así fue como conocí a mi psicóloga Ashley, sin embargo, no esperaba nada, absolutamente nada de lo que finalmente ocurrió.

En medio de la cuarentena, ella me dio asesoría virtual, pero comenzamos a hablar cosas más personales. Me decía que no me preocupara por lo que había pasado con mi expareja, me daba consejos y actividades que podía realizar para no caer en depresión.

Pero ocurrió algo que me devastó: mis abuelos fallecieron por covid-19 y mi único refugio era mi psicóloga. Ella estuvo muy presente durante el duelo, pero no como mi terapeuta, sino como una amiga muy cercana. Yo sospechaba que eso estaba mal, pues la relación entre paciente y médico se estaba desdibujando, pero en ese momento lo único que necesitaba era una persona que me diera consuelo.

Ashley comenzó a llamar mi atención, pues era un chica muy linda, amable y parecía entender todo lo que ocurría a mi alrededor, pero yo nunca le confesé que comenzaba a tener sentimientos hacia ella, pues quería mantener al margen mis emociones.

Me decía a mí mismo: ‘Me gusta, pero no es lo correcto’. Además, mi exnovia también confundía mi corazón, pues aparecía y me ilusionaba nuevamente. Me decía: “Es que yo estoy mal, entonces quería hablarte”.

Yo intentaba mantener mi distancia y no hablar con Natalia de la relación que habíamos tenido, pues también era un momento difícil para mí.

Regresar con ella era la salida más fácil. De esta forma me olvidaría de lo que comenzaba a sentir por mi psicóloga y mi ex ya no molestaría más con el asunto. Pero decidí no prestarle más atención y seguir hablando con Ashley.

Nuestras charlas se hacían cada vez más recurrentes, comenzamos a hablar de las cosas que nos gustaban e incluso ella comenzó a prestarme sus cuentas en las plataformas streaming; teníamos citas virtuales y veíamos películas juntos.

Ashley también comenzó a hablarme de la relación que tenía con su familia, con sus padres, con sus hermanos, de cosas que vivía diariamente. Ahí yo me di cuenta que esa relación entre paciente y terapeuta ya no existía, ahora éramos algo más.

Yo sabía que este vínculo estaba tomando otro rumbo, llevábamos año y medio hablando sobre cosas personales, pero ninguno tenía la valentía de exteriorizar sus sentimientos, pues los dos sabíamos que pasaba algo más.

En medio de una salida, Ashley se encontró con una de sus amigas, Carolina. Ella también era psicóloga y en el primer momento en el que nos vio juntos, no dudó en decir que entre nosotros había algo más.

“Entre ustedes dos pasa algo”, fueron las palabras de Carolina. Yo de inmediato negué todo, pero luego de ese encuentro casual con su amiga nos comenzamos a preguntar si en realidad nos gustamos.

Ella se arriesgó y me dijo: “¿Yo te gusto?”, y yo, muy nervioso, comencé a decir “no” cuantas veces me fue posible. Después agregué que era culpa de Carolina, que ella era la que le había metido esa idea en la cabeza.

El momento de tensión quedó ahí; pero, unas semanas después, Carolina y Ashley se fueron de fiesta en la 85, una zona de bares al norte de Bogotá. Yo no fui invitado pero conocía el lugar y las personas que iban a ir con mi terapeuta, pues entre nosotros ya no había ningún secreto.

En la madrugada, Ashley me envió un audio que me dejó aún más confundido. En este me decía: “Carolina me hizo dar cuenta de muchas cosas; entre nosotros pasan muchas cosas, pero es algo que tengo que solucionar yo”.

Yo, con el corazón en mi mano, le dije que teníamos que dejar de hacer las sesiones de terapia porque ella ya estaba muy enamorada de mí.

Cuando cambié de terapeuta, lo primero que hice fue contarle cómo mi anterior psicóloga se había enamorado de mí. La primera reacción que tuvo esta profesional fue decir que eso no era nada ético.

Hace pocos días, Ashley tomó más de la cuenta y me volvió a escribir, insistía mucho en preguntarme si le gustaba, pero yo seguí negando esta versión; pues si bien había sentido una atracción por ella al inicio, en este momento no estaba interesado en mantener una relación sentimental con ella.

Luego de eso me llamó y me siguió insistiendo en la pregunta sobre si yo la amaba, parecía tener el síndrome de limerencia, una atracción romántica hacia alguien en el que se siente una necesidad obsesiva de ser correspondido.

Hasta que ya no tuve más paciencia con ella y tuve que hablarle seriamente para que por fin me dejara tranquilo. Le dije que no me gustaba y que en realidad me atraía otra persona de la cual le había comentado en mis sesiones.

Decidí cortar todas las conexiones con ella y en realidad espero que vaya a terapia.

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