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Muñecos del 31 ya no se ven en los barrios, pero sobreviven en el Oriente antioqueño

Foto: Carlos Alberto Velásquez
Cristian Álvarez Balbín

Aunque la tradición ya no se ve tanto en las calles de Medellín, en zonas como Rionegro se mantiene en auge. Figuras de políticos siguen siendo las más apetecidas por los clientes.

No se sabe si es por los recientes aguaceros o por que se “huelen” la chamusquina que les espera, pero lo cierto es que al menos hasta ayer en las calles de Medellín los muñecos de año viejo parecían una especie en vía de extinción.

TOMADA DE:https://www.elcolombiano.com/

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En el recorrido que EL COLOMBIANO hizo por varios barrios populares de la capital antioqueña no se pudo encontrar ninguno de estos particulares personajes con los que se deja atrás todo lo malo del año viejo y con los que con el brillo de sus restos se recibe al año nuevo.

De hecho, en vez de encontrar años viejos y las barriadas de muchachitos que pedían —lazo en mano— plata para los muñecos, lo que nos topamos en las esquinas de barrios como Alfonso López, Cabañas, Castilla o Robledo fueron las cada vez más grandes bolsas de basuras que se apoderan de esquinas y calles.

Por eso si usted quiere hallar años viejos le toca viajar al Oriente, zona que parece haberse erigido como un santuario para esta “fauna” navideña. Al igual que viene haciendo desde hace 25 años, James Alzate —fabricante y vendedor de años viejos que se enorgullece de tener entre su clientela a varios famosos del país— le madrugó a diciembre.

En su inventario de muñecos se hallan figuras que oscilan entre $50.000 y $70.000, dependiendo de los elementos que lleven.

Alzate explicó que él y sus colaboradores “de toda la vida” llegaron desde temprano a la glorieta del aeropuerto a desplegar esa tropa de muñecos de paja y decorados con pelucas, vestidos a la moda y hasta gafas.

“La movida ha estado buena y eso que arrancamos hoy y que el agua ha complicado las cosas porque nos toca evitar que los muñecos que son de paja, se mojen. Toca andar sacando y entrando los años viejos” explicó.

“El que más he vendido es el muñeco de Petro, aunque también me han preguntado mucho por Quintero. Ese no lo tengo hoy, pero mañana sí”, agregó el vendedor, en un diálogo de afán pues eran varios los clientes que llegaban a preguntar por los muñecos.

Sin embargo, también está la otra cara de la moneda. Así lo explica doña Carmen Emilia Muñoz, una de las matronas de la vereda Las Playas de Rionegro, quien desde hace seis años con su familia se dedica a confeccionar los muñecos de año viejo pues con su venta cerca de la autopista Medellín-Bogotá cubren muchas afugias de su hogar, pero que ha visto mermada su actividad comercial de fin de año.

“Yo le colaboro a mis cuatro hijos (a hacerlos), me toca rotarme. Empezamos desde septiembre a buscar la yerba por la casa y a secarla. Luego comenzamos a coser la ropa y las extremidades para luego rellenarlos y pintarles los ojitos. ¡Ay, si le cuento! No tengo sino chuzones en las manos de cuenta de esos muñecos, pero gracias a dios tenemos este don”, explicó.

Carmen contó que hacer un año viejo le puede tomar menos de una hora y aclaró que los que ella vende son libres de pólvora. “Representamos a Maduro, a Pastrana, los pintamos y los organizamos como personajes como el presidente Petro. O sino los hacemos y les ponemos nombres como el Descachalandrado, el Caretriste, el Sietemujeres”, apuntó.

Según Carmen, infortunadamente la venta de muñecos ha bajado bastante. “Desde la pandemia hemos sacado más o menos unos 30 o 40 muñecos por cada uno de mis hijos. Pero antes sacábamos hasta 80. Es triste hacer tanto esfuerzo pa’ hacer un muñeco para terminar vendiéndolos en menos de $10.000”, se quejó.

Aún así, de Las Playas salen muchos vecinos a vender sus propias creaciones, por eso a más de uno le toca madrugar para coger el mejor punto de venta, como es la vía a Llanogrande.

Tanto James como Carmen esperan que este año las ventas estén buenas, pues aparte de llevar una plata más que es necesaria en sus hogares, así se lograría mantener un año más esta tradición de echar a la candela tanta cosa mala que deja el año viejo.

 

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