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Homenaje a los voceadores, el corazón del periódico en las calles

Este domingo, en la celebración de nuestros 110 años, la venta del diario en la calle será para ellos. Homenaje

EL COLOMBIANO tiene su voz y su corazón en los barrios, las calles y las esquinas de la ciudad.

TOMADA DE:https://www.elcolombiano.com/

El Colombiano

Todos los días, desde antes de que raye el sol, 600 personas se levantan muy temprano y, llueva o truene, llevan la prensa hasta la casa de miles de lectores. Es una labor sigilosa la de meter el periódico debajo de la puerta, tratando de no hacer bulla para que nadie se despierte. A ellos, que recorren los barrios, que se baten para entregar el periódico cada mañana, ¡infinitas gracias!

En este aniversario número 110, EL COLOMBIANO hace un homenaje a sus voceadores. Por eso, todos los periódicos que reciban mañana irán de cuenta de la empresa, es decir, no tendrán que pagarlos y las ganancias serán para ellos.

Juan Carlos Urrego, líder de venta calle-circulación de esta casa periodística, explica que la idea era hacer honor a esas personas que cada día llevan la prensa a las comunidades. “El voceador es muy importante para el periódico, pues es el que le presta un servicio vital a la comunidad en todo el área metropolitana. Son los que nos dan la oportunidad de llegar a todos los barrios de la ciudad”, explica Urrego.

Los voceadores comienzan su día, generalmente, entre las 3:00 y las 3:30 de la mañana. Salen a recibir la prensa, que luego organizan en paquetes y llevan cuidadosamente hasta sus clientes. No es una labor fácil, pues tienen que trabajar los fines de semana y descansar algún día de semana. El domingo es el día en que mejor se vende el periódico, por lo que descansar es impensable.

EL COLOMBIANO hace un llamado para que mañana, con nuestra edición especial por los 110 de años, los lectores apoyen a los voceadores. Encárguenles el diario, cómprenles para ustedes y sus familiares. Que sea la excusa para apoyar ese trabajo diario que con tanta convicción hacen. Que esta sea la forma de motivarlos a continuar esa labor esencial de llevar la información a todos los barrios y rincones de la ciudad. Al final, ellos lo agradecerán y tendrán una ganancia extra este domingo.

Esperamos que nuestros voceadores sigan recorriendo las empinadas calles de nuestra ciudad, allá en los barrios más lejanos, antes de que despunte el alba. Queremos que sigan siendo como Hermes, el mensajero que cada día lleva la información. ¡Que estén con nosotros los próximos 110 años!

Cincuenta años lleva Evelio Ruiz vendiendo este periódico. Comenzó en 1971, por referencia de un amigo. Desde entonces, ha caminado las calles del barrio Belén incansablemente. Ahora reparte la prensa en moto, para no agotarse tanto y ser más eficiente. Recuerda que hace unos 30 años, cuando con el periódico circularon las enciclopedias, montó un taller para empastar. Entonces se dio a la tarea de recopilar los tomos que salían y de empastarlos para sus clientes. “Tengo clientes muy antiguos, muy fieles”, dice Evelio. “Algunos de ellos llevan 50 años comprándome el periódico y no me dejan. No me han desamparado en todos estos años”. Evelio aún recuerda sus inicios, por allá en la década del 70, cuando vendía 500 periódicos un domingo.

Era tanta la afición de la gente por conseguir EL COLOMBIANO, que tenía que contratar a dos muchachos para que le ayudaran. A pesar de que han pasado cinco décadas desde eso, su pasión por la prensa sigue intacta: “Esto es lo que me gusta. A veces me dicen que lo deje, pero yo quiero seguir en esto”. La rutina de Evelio, como la de todo voceador, comienza muy temprano. Deja la cama a las 3:00 de la mañana. Toma su bicicleta y va a recoger la prensa. La organiza por paquetes y sale a repartirla en la moto. Más o menos a las 8:00 de la mañana está listo. Entonces, vende la que le sobra. Al final, su recompensa es dejar la labor bien hecha y que cada lector tenga las páginas en sus manos. Evelio ha tenido momentos duros en su oficio, claro, como el inicio de la pandemia. Por las restricciones impuestas, los voceadores no pudieron ejercer su oficio durante un mes. Pero EL COLOMBIANO les tendió la mano: “Nos ayudaron en ese momento y estamos muy agradecidos”, concluye.

Jaime Moncada llegó a ser voceador por una carambola de la vida. Antes dio varios tumbos y se dedicó a diversos oficios. En el esplendor de los textiles, trabajó en una fábrica como operario. Pero las vacas flacas llegaron y la empresa quebró. Entonces, sin trabajo, aprendió a hacer churros, un oficio que ya había desempeñado en Fredonia y Amagá. Una vez viajaba al Centro para surtirse de los materiales para hacer los churros. Por puro azar, miró por la ventana y vio que un muchacho, en un semáforo, ofrecía la prensa. Le llamó la atención ese negocio, al que consideró como muy particular. Más movido por la curiosidad que por la razón, se bajó y conversó con el muchacho.

El joven fue tan convincente, y vendió tan bien su trabajo, que Jaime se decidió a vender la prensa. El nuevo oficio le permitía seguir vendiendo los churros en la tarde, pues los periódicos podía ofrecerlos muy de mañana. Así comenzó a vender la prensa hace nueve años y hasta la sazón no se ha arrepentido de la decisión tomada. Los primeros seis meses los trabajó en Cristo Rey, donde se había bajado del bus. Después tomó a la comuna 13 como su territorio. Al comienzo fue duro, dice Jaime, porque empezó sin clientes, sin conocer a nadie. Con el tiempo ofreció beneficio a los vecinos de Las Independencias, el 20 de Julio y otros barrios de la 13. Por ejemplo, les dio la facilidad de pagar semanal, quincenal o mensual. Así consiguió gran parte de los clientes que tiene. Jaime no se imaginó nunca que iba a terminar vendiendo prensa, un negocio que no conocía y del que no sabía mayor cosa. Sin embargo, pronto se enamoró del oficio y no quiere dejarlo. “Gracias a EL COLOMBIANO he comido, he vivido y he ayudado a mi familia. Le debo mucho a esta empresa”, dice.

Hace 22 años, Hernán Betancourt pasaba por un momento difícil. Había administrado bares y restaurantes, pero había perdido su más reciente trabajo. Un día vagaba por el centro. Caminaba por Bolívar, sin un rumbo definido. En el cruce con la 64, sin saberlo, encontró el que sería su destino definitivo. Vio un puesto de periódicos y se acercó al joven que atendía. Le propuso reemplazarlo los días que descansara y así se fue enamorando de la prensa. Durante un tiempo vendió los periódicos en la mañana y en la tarde trabajó en un restaurante.

Pero, entre ambos empleos, prefirió la venta del diario, así tuviera que madrugar. Lo que más le gusta de ser voceador, dice Hernán, es el relacionamiento con los clientes. “Uno en esto conoce a mucha gente, se relaciona con personas de todas las clases sociales. La prensa le abre el mundo a uno”, comenta. Lo que más resalta del periódico es la calidad de la información. No le da pereza trabajar los domingos, el día de más venta. Y es tanto su apego al oficio que su hija, de 26 años, le propuso un emprendimiento. Él se comprometió a ayudarla, claro, siempre y cuando no tuviera que dejar de vender la prensa. La rutina de Hernán comienza muy temprano, como la de sus colegas. Se levanta a las 3:30 de la mañana, se arregla y va hasta el puesto de venta. Su familia le ha dicho que descanse, que es hora de dar un paso al costado. Pero él se niega: “Yo no quiero dejar esto, al menos no por ahora. Gracias a este trabajo logré levantar a mis hijos, darles una universidad. Me motiva mucho ver a los clientes contentos satisfechos”, concluye.

 

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