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Historia de la mujer que perdió un ojo al caer de su bici

Adriana Bonilla iba por la ciclorruta, perdió la estabilidad y la recibió un tubo en el piso.

Por: MARíA PAULA GARZÓN

Lo que pudo ser un sencillo accidente en una ciclorruta se convirtió en una espantosa experiencia que le costó un ojo a Adriana Bonilla, una amante de la bicicleta.

El 8 de mayo pasado, mientras pedaleaba por la ciclorruta de la avenida Boyacá entre la calle 116 y la 127, fue adelantada por otro ciclista, perdió el equilibrio y cayó a un costado, con la mala fortuna de que su rostro se golpeó con un pedazo de tubo que estaba pegado con tornillos en el asfalto.

“Estaba lejos de imaginarme que me iba a encontrar con un tubo metálico”, lamenta Adriana, con una enorme cicatriz que cruza su rostro.

(Lea también: Las preguntas que debe responder para salir en cuarentena en Bogotá)

La mujer de 51 años es asistente de gerencia en una empresa de fabricación de equipos para sistemas informáticos. Su rutina empieza todos los días desde las 6:15 de la mañana, cuando sale de su casa en bicicleta rumbo a su trajo.

Bonilla, que desde pequeña ama montar en bici, recibió una por parte de la empresa con la que trabaja poco antes de empezar la cuarentena. Le dieron todos sus implementos de seguridad: casco, gafas, guantes y chaleco, para que pudiera ir a trabajar sin tener que exponerse en el transporte público, una posible fuente de contagio por estos días.

“Me pareció fabuloso irme de aquí a mi trabajo y del trabajo a mi casa con la bicicleta. Ya llevaba varios días haciéndolo, es una cosa que tengo desde niña y es algo que nunca se me va a olvidar”, cuenta.

(Además: ¿Por qué la bicicleta es tan importante en medio de la pandemia?)

El día del accidente tomó la ruta por la que siempre se desplazaba durante una hora, entre los barrios Garcés Navas (donde vive) y Toberín, su lugar de trabajo.

Al caerse perdió totalmente la visión y en medio del pánico comenzó a pedir auxilio de manera insistente. Daniel fue la persona que la auxilió y la tranquilizó mientras colocaba un trapo sobre su cara para frenar la sangre de su rostro.

Mi ojo quedó clavado en el tubo metálico y él cogió una bolsa y lo echó ahí para ver si podían hacer algo, pero desafortunadamente no se pudo hacer nada”, aseguró Bonilla.

Aunque ella no podía ver, la voz de una joven la tranquilizó. “Me decía que yo estaba con Dios, que no me preocupara, que estuviera tranquila”. Bonilla nunca perdió el conocimiento, por lo que tras el accidente escuchó en varias ocasiones el llamado desesperado de una ambulancia por parte de las personas que la acompañaban.

Al final fue trasladada en una patrulla de la Policía a la clínica Shaio, en compañía de Daniel, donde ingresó inmediatamente a reanimación.

Adriana Bonilla
Adriana en medio de su posoperatorio de las cirugías practicadas tras el accidente. Foto:  Archivo particular.

De la clínica fue trasladada al Hospital Universitario San Ignacio y allí estuvo los siete días posteriores en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), en medio de reanimaciones por el sangrado cerebral que presentó. Desde entonces, esta mujer ha pasado por varias cirugías y ha tenido un posoperatorio bueno, pero solo hasta dentro de tres meses podrá saber si su ojo puede albergar una prótesis.

En medio de sollozos asegura que su fuerza se la ha dado su familia, y “Dios que me ha dado la oportunidad de vida porque hubiera sido fatal por el sangrado cerebral que tuve”, dice Bonilla, quien asegura que el hecho se pudo haber evitado y que su caída habría podido terminar solo en algo leve.

En el sector, y en menos de 100 metros, hay cinco de estos objetos, “esos tubos son armas mortales. Me pasó a mí, quien sabe a qué otra persona le puede suceder después”, advierte.

(En otras historias: El revelador relato detrás de desaparición de tres jóvenes en Casanare)

Tras el accidente, su familia en compañía de su jefe y un inspector de policía se trasladaron hasta el lugar de los hechos, pero el tubo ya había sido retirado. Fue encontrado en una bolsa que había sido arrojada en una caneca de basura a unos cuantos metros.

Por ahora, no se ha podido identificar la razón por la cual el tubo metálico se encontraba en ese lugar, se desconoce si pertenece a una señal vandalizada, robada o a un residuo de una obra realizada por alguna entidad.

EL TIEMPO se comunicó con el Instituto de Desarrollo Urbano, donde aseguraron que este elemento en la ciclorruta no es competencia de la entidad. Así mismo, desde la Secretaría de Movilidad dijeron que hoy adelantarán una inspección para establecer a quién pertenece la estructura.

María Paula Garzón Olaya

Especial para EL TIEMPO

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