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¿Derecho de admisión para las mujeres en el Lleras? Denuncian discriminación por usar “top y falda”

En algunos momentos de la noche hubo filas para entrar al parque. Foto: Camilo Suárez.

Ayer denunciaron que por su manera de vestir les dijeron que no podían quedarse en el parque. Crónica del cierre.

El parque Lleras está cercado desde hace unos días. Unas vallas blancas, de barrotes verticales, lo circundan. Junto a las vallas hay policías y civiles, trabajadores de las discotecas que vigilan la entrada. El ingreso a veces es lento y se forma fila, especialmente cuando hay mujeres que van ligeras de ropa. “Sí, que pase”, dice el empleado de la discoteca, “pero tiene que entrar a los negocios, no se puede quedar en el parque”. El policía, entonces, deja entrar a las mujeres que van en faldas, botas brillantes, encajes llamativos.

Son las 11:00 de la noche del primer sábado con el parque cerrado. A las mujeres se les pide cédula para entrar, para verificar que sean mayores de edad. Pero los extranjeros, que llegan ya con los ojos vidriosos, con aires de donjuan, pasan sin cuestionamientos. Hay una mujer de unos 30 años que no supo decir para qué negocio iba. Sentada sobre un taburete, cruzada de piernas, una bota sobre la otra, dice que el club no ha decidido si abrirá. Por eso espera, con paciencia, porque de todas maneras la noche es joven.

Son varios los grupos de mujeres, casi todas menores de 30 años, que se agolpan en la entrada del parque. El cercamiento es un derecho de admisión a un espacio público, que les pone más límites a las mujeres. Y las reglas de la calle son claras: prostitución, sí, pero de puertas para adentro.

El parque está recién abierto de nuevo luego de su remodelación. Los jardines ahora son más amplios y los adoquines se prestan para caminar con tranquilidad. A las 11:00 de la noche, los negocios están vacíos y en cada esquina hay hombres jóvenes, culebreros, intentando llevar clientes. Una pola de cortesía, un tequila gratis para que mire cómo está el ambiente.

La mayoría de las propuestas viene con una certeza: la compañía de “las chicas”. Uno de los “arrastradores” a los negocios es un muchacho venezolano, que habla rápido, y mira a los costados con frecuencia.

—Esto acá está muy quieto desde que pusieron esas vallas, mi hermano—, dice el muchacho, mirando a un costado—. Antes, a esta hora, esto era puro rebuleo, con las niñas en las calles, las indígenas, las chazas. Pasen a la disco y se toman un tequila, miran cómo está el ambiente.

Los negocios, pese a ser noche de sábado, están desérticos, aunque la gente irá llegando de a poco. En las barras, sosteniendo la cabeza entre las manos, hay decenas de mujeres que esperan a los clientes. Entonces aparece otro muchacho, que ofrece dos cervezas de cortesía. Tiene las manos extraordinariamente grandes, el pelo tieso hacia atrás:

—Parce, les tengo dos cervezas de cortesía. Lo mejor es que tenemos meseras bailables.

—Pero, ¿cómo funciona la cosa?

—Ah, no, usted pide su trago y las invita a ellas. Si compra una botella de ron, le regalamos una media. Ellas les hacen compañía toda la noche.

Lo que relatamos no es nada nuevo, pero habla de las dinámicas del cercado parque Lleras: de puertas para adentro todo está bien. En las aceras, como lo advierten los que cuidan las entradas, ya no hay trabajadoras sexuales.

El “acompañamiento de las chicas” se ha vuelto tan frecuente que uno de los arrastradores de clientes dice que en su disco no hay chicas, como si eso fuera un plus.

En algunos momentos de la noche hubo filas para entrar al parque. Foto: Camilo Suárez.
En algunos momentos de la noche hubo filas para entrar al parque. Foto: Camilo Suárez.

—Sí, claro, yo de una vez les digo que acá no es con compañía. Es para que se diviertan un rato, estamos hasta las 4:00 de la mañana. Es un parche sano.

Dentro del parque casi todo está hecho a la medida de los extranjeros, es casi un mundo fabricado. Suena reguetón sin parar y la salsa, el merengue y el vallenato quedaron desplazados. Hay letreros en inglés, como aquel que anuncia que un primer piso está “for sale”.

Con el cierre, es cierto, el parque está mucho más despejado y es posible caminar sin chocar con ventas invasivas. Una vendedora de dulces que lleva 20 años en el lugar, que acaba de volver después de la remodelación, dice que está muy contenta con la medida, pues la “gaminería se quedó por fuera”.

Y basta echar una mirada para comprobarlo. En cambio, en la 10 las cosas siguen igual a cada fin de semana. A escasos metros de las vallas hay unos extranjeros negros en compañía de un hombre rubio, de cola de caballo, que habla con una de las muchachas que tendría que explicar hacia dónde va si decide entrar al parque. Dos cuadras hacia arriba hay unas mujeres indígenas bailando con la música de un pequeño parlante, justo al frente de Pizza Hut y a un lado de la vidriera de Subway.

Más abajo hay otra mujer indígena dormida, doblada sobre sí, descalza, que aprieta a un bebé contra su pecho. Todos ellos están fuera del parque, fuera de la burbuja.

Pocas horas antes pasó por allí el alcalde Daniel Quintero y su séquito, entre ellos su secretario de Gobierno, Juan Pablo Ramírez. Estuvieron un rato, tomaron michelada y se fueron. En un video que compartió en su twitter, Ramírez habló de las bondades del cierre, de la satisfacción de los comerciantes. “Estamos felices de evidenciar la apropiación y la suma de esfuerzos para que el sector vuelva a ser habitado, amado y querido por locales y visitantes”, dijo el secretario en su paso por el lugar.

Pero la medida tiene críticos. “Vean el nuevo invento del alcalde”, comenta un hombre al pasar frente a las vallas. Más grave es la denuncia de una mujer a la que le restringieron el paso por la manera en que iba vestida. En un video, también publicado en Twitter, mostró cómo un policía le dijo que antes del cierre el lugar estaba lleno de “mujeres meretrices”. “¿Por qué nos dice meretrices? ¿Por qué tenemos que desalojar?”, le contestó ella.

“Yo entiendo que se estén tomando medidas contra el trabajo sexual en el parque Lleras, pero qué putas estos policías diciéndome a mí y a mis amigas que me tengo que ir del parque básicamente por tener un top y una falda. Gonorrea de sistema a lo bien”, comentó en la red social.

Infográfico
Miguel Osorio Montoya
Miguel Osorio Montoya

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