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¿Tantos turistas ‘gringos’ encarecen la vida en Medellín?

1) Extranjeros recorren la calle 10 en El Poblado. 2) Algunos, en la misma calle, compran varios productos. 3) Dos londinenses caminan por el segundo parque de Laureles. 4) Turistas recorren cerca de un acopio de taxis en el parque de El Poblado. FOTOS JAIME PÉREZ
EDISON FERNEY HENAO HERNÁNDEZ
En redes sociales alegan que la visita de extranjeros resulta en alzas de precios en El Poblado y Laureles. Esto encontramos.
Archivo:ElColombiano.svg - Wikipedia, la enciclopedia libre

Un aventón de taxi en El Poblado dejó de valer la mínima hace años. Las personas que trabajan en la zona afirman que la tarifa no baja de los $12.000, cuando el recorrido más corto en cualquier punto de la ciudad está en $6.200.

El cobro es irregular por donde se le mire. Pero algunos taxistas se ‘pinchan’, dicen los afectados, y no hacen por menos la carrera. Saben que su clientela fuerte son los turistas, en particular los extranjeros, quienes suelen tener mayor poder adquisitivo. ¿Tanto visitante de afuera está encareciendo el costo de vida?

La pregunta podría ser apresurada, si se parte únicamente del incremento en el servicio de taxis. Pero en redes sociales emergen con frecuencia aseveraciones de este corte: “Tanta ‘carestía’ en Medellín es por los extranjeros”. O: “es que todo está muy caro. En El Poblado ya no hay arrimadero”. La percepción de algunos es que los servicios en esta comuna —y también Laureles, que es atractiva para los turistas— se han encarecido por cuenta de la visita de extranjeros. Que allí se han formado burbujas de precios.

Pero, ¿hablamos de un mito o de una realidad? Recorrimos ambas comunas y encontramos que, en el caso de los residentes, el parte es mesurado: dicen que los precios en esas zonas han sido históricamente más caros en comparación con otros puntos de la ciudad, y que el frente que podría estarse transformando es el de los arriendos: el alojamiento turístico, inferior al mes en duración, podría estar desplazando otras modalidades de vivienda.

A los comerciantes, por su parte, este tipo de turismo los ha favorecido. De hecho, hay establecimientos como restaurantes y bares con afluencia casi única de extranjeros. Pero esto tampoco ha resultado en cartas de precios escandalosas, según corroboramos. Y las entidades del sector, como agremiaciones hoteleras y de propiedad raíz, no cuentan con datos concluyentes que evidencien si la visita de tanto ‘gringo’ y europeo encarece o no el costo de vida.

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Son las 10:00 de la mañana de un miércoles. Es mitad de semana y, contrario a lo que muchos pensarían, ya hay turistas extranjeros recorriendo Laureles. Estamos en el segundo parque de la comuna. En los hoteles cercanos muchos visitantes desayunan, previo a salir a cumplir con sus itinerarios. Otros esperan el semáforo para cruzar la calle. Unos cuantos recorren la avenida Jardín, con bebés en brazos, en búsqueda de desayuno.

La hora, sin embargo, implica que la mayoría de negocios estén cerrados. Abiertos están los establecimientos que ofrecen el ya tradicional ‘brunch’, una especie de desayuno – almuerzo para los no madrugadores. En el sector, a las afueras de una distribuidora de textiles, Carlos Bohórquez, mientras les da ingreso a algunos automóviles, afirma: “¿Los precios? Esos suben por el gobierno y no por los extranjeros. Aquí nadie dice: ‘eso por qué tan caro’, como pasa en Cartagena. Ni la gente que vive acá en Laureles”.

Según Carlos, los precios en las tiendas y de transporte son normales. Lleva dos años trabajando en la zona y no ha escuchado ese tipo de quejas. Tampoco le ha pasado que le cobren de más. Dice, en este sentido, que la zona siempre ha sido ‘carita’, de más ‘caché’, y que en eso ellos no tienen la culpa. “Los ‘gringos’ que vienen son visitantes más que todo. Separan un hotel, se quedan una semana, un mes o dos, y se van”. Son escasos los que residen de forma definitiva, dice. Son lo que conocemos como población flotante.

“Might I expose you something?”. Pasa por la calle una pareja de estadounidenses, naturales de Filadelfia. La mujer, llamada Cynthia, le habla a Nate, su compañero de viaje. Carlos los mira de reojo: “Aquí hasta decimos ‘jelou’, porque nos toca”. La pareja ingresa a un café. Allí desayunan. Los precios, por la apariencia del lugar, podrían ser elevados. La carta del establecimiento, sin embargo, expone lo contrario.

Unos huevos florentinos, acompañados con pan, queso crema, espinacas salteadas y salsa holandesa, y que además traen fruta, se encuentran desde $23.000. El desayuno más elevado, que incluye salmón ahumado, llega a los $36.000. Y los platos fuertes, como las pastas o los bowls no superan los $42.000. El máximo de las bebidas, frías o calientes, es de $10.000. Una que otra se trepa a los $12.000.

“Los precios para nosotros son muy baratos, porque en los Estados Unidos todo es muchísimo más caro”, dice Cynthia. “What do you think, Nate? ¿Hemos sentido que nos cobren de más?”. Nate responde: “Don’t know, really…”. “La verdad”, retoma ella, “estamos haciendo cosas caras porque queremos, como cenar en algunos restaurantes. El Cielo, por ejemplo, es uno de ellos. Fancy restaurants, más que todo. Aunque en The States costaría cuatro veces más”.

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Del otro lado de esta comuna, en El Poblado, hay quejas que contrario a la percepción de Carlos parecen reseñar las burbujas de precios. Una empleada de un local en el corredor de Provenza cuenta que todo es más caro por causa del turismo, en particular los taxis. Por ese lado, justamente, comenzamos esta nota: no hay taxímetro que valga para los cobros en esa zona. Si bien a los locales les piden menos que a los extranjeros por carrera, el aumento es evidente respecto a otras aplicaciones de transporte.

Mientras que un Uber cobra $5.000 o $6.000 por una carrera entre la estación del metro Poblado y el corredor de Provenza, algunos taxistas cobran hasta $15000, dependiendo del tráfico y del usuario. “Y si vas a comprar comida o trago”, cuenta la joven, “también es más costoso. Porque la gente que viene gasta más. Un helado, que en otro punto vale $2.000, aquí le cuesta tranquilamente $8.000”.

Pese a esto, un sondeo rápido entrega la parrilla de precios que manejan en las inmediaciones de la zona: un americano siete onzas vale $5.500. La cerveza en envase de vidrio se encuentra desde $5.000. Un desayuno, si es ranchero, cuesta $10.000; ya si busca calentado, le piden hasta $20.000.

Los hostales, que podrían ser el frente que más transformaciones afronta por cuenta de este turismo, también tienen sus excepciones. Sobre el Parque de El Poblado, una zona azotada por la explotación sexual, hay habitaciones para dos disponibles desde $200.000. Eso sí, los apartamentos sencillos, con cocina y otros espacios, pueden superar los $500.000 por noche. Y hay que separarlos vía digital o telefónica, mínimo con un mes de anticipación. “Porque vivimos a tope”, dice la recepcionista de un hotel.

Los “budget rooms”, conocidos en el sector como cuartos económicos, sí levantan ampolla en redes sociales. Los hay, bajita la mano, desde $5 millones. Y ese, probablemente, es el dato que mejor reseña las alzas por cuenta del turismo extranjero en El Poblado. Un estudio de la Lonja de Propiedad Raíz de Medellín refleja que, en los últimos dos años, en esta comuna la oferta de vivienda turística, de estancia corta, ha crecido el 20%.

Aunque la cifra no se soporta únicamente en el turismo, evidencia la preferencia de los extranjeros y demás turistas por hospedajes temporales, de menos de un mes. Este tipo de vivienda podría estar desplazando otras modalidades de negocio u obligándolas, incluso, a zarpar al mundo del Airbnb.

Y es que por lo menos el 50% de ocupantes de los hoteles a los que le hace seguimiento la Asociación Hotelera y Turística de Colombia en su capítulo Antioquia, Cotelco, son ocupados por extranjeros. Aunque son más los que prefieren apartamentos o espacios mediante rentas por Airbnb, según los seguimientos de la asociación, la ocupación en noviembre se comportó así: 54% extranjeros, frente a 46% de nacionales.

Esto, sin embargo, no es un dato suficiente para afirmar que el servicio se haya encarecido. En el caso del sector hotelero tampoco hay datos concluyentes que permitan hacer esta aseveración. Lo que podría subir los costos en estos espacios, tanto en El Poblado como en Laureles, es la importación de las materias primas requeridas para la prestación de sus servicios. También sería el caso de los restaurantes o de algunos bares. El incremento del dólar, dice la trabajadora de Provenza, podría hacer más visible el golpe.

“On the metro? Yes, but that makes sense”, dice Hern, una londinense de visita en la ciudad, también desde las calles de Laureles. Está con Kyle, su novio, quien confirma que es normal para los extranjeros pagar de más en el sistema de transporte público. Así ocurre en la mayoría de ciudades. “It is your choice going to fancy or cheaper places”, insisten ambos, tras precisar que lo único que les ha afectado directamente en su viaje es el cobro a veces desmesurado de algunos taxistas.

Pese a esto, insisten que vivir temporalmente en Medellín es barato. Los dólares rinden más al cambiarlos por pesos colombianos y esta capacidad de adquisición, precisamente, es la que podría resultar luego en especulaciones de precios que afecten a los habitantes de la ciudad. Hace un par de días, por ejemplo, el gobierno de Canadá hizo pública una prohibición para la compra de casas por parte de extranjeros sin residencia.

La medida, esgrimieron desde el Ministerio de Vivienda canadiense, tiene como objetivo aliviar los precios inmobiliarios: disuadir a quienes ven las propiedades solo como “mercancía”, según expresaron. En todo caso, los extranjeros que vienen a la ciudad aún no parecen padecer por el encarecimiento de los productos. Los habitantes fijos son los que podrían resultar afectados en algún momento por posibles especulaciones.

En el momento, las opiniones de las personas en la calle parecen divididas. Y el mal mayor no es ese: tiene que ver con la ausencia de datos, lo que impide la regulación de algunas dinámicas generadas por el boom turístico que viven, desde hace años, comunas como El Poblado y Laureles

50% es el aumento en algunas carreras de taxi respecto a la norma en El Poblado.
20% ha crecido oferta de viviendas turísticas en El Poblado en los últimos dos años.

CONTEXTO DE LA NOTICIA
RADIOGRAFÍA
CRECE LA EXPLOTACIÓN SEXUAL

Hace un par de meses la comuna 14 fue objeto de una polémica por el crecimiento de la prostitución y la explotación sexual de menores de edad. En una nota publicada por EL COLOMBIANO reseñamos cómo crece este fenómeno en sectores como la calle 10 y el parque de El Poblado ante los ojos de las autoridades. El turismo sexual, con pago en dólares de por medio, ha incentivado el escalamiento de la problemática, según expertos. También ha crecido la mendicidad con niños de por medio.

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