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El Trianón, el barrio con 25 hectáreas de reserva natural

Foto: Esneyder Gutiérrez

A los vecinos les basta con caminar unos metros para disfrutar de un humedal y toparse con zarigüeyas, ardillas e iguanas.

TOMADA DE:https://www.elcolombiano.com/

Archivo:ElColombiano.svg - Wikipedia, la enciclopedia libre

Si alguien contara los árboles y plantas del barrio El Trianón tal vez superarían a su habitantes en número y pocos dudarán de que se trata del barrio más verde de Envigado y hasta de todo el Valle de Aburrá.

Ambas afirmaciones no son solo una hipérbole paisa pues tienen sustento en la realidad. Basta con ver las casas adornadas con sus jardines, más los separadores viales y las zonas verdes de las urbanizaciones. Pero lo más importante es que este sector cuenta con una reserva natural de más de 25 hectáreas con todo y laguna, un verdadero lujo en plena urbe.

Y existen otros esfuerzos más modestos que igualmente embellecen El Trianón, como un parque que cuida el Inder, más un híbrido entre huerto y jardín en los alrededores de la escuela, que renació hace un año gracias a las manos laboriosas de don José María Restrepo Restrepo.

Los relatos sobre la Ciudad Señorial indican que este barrio comenzó a poblarse a principios de la década de 1970. Era un proyecto urbanístico del Instituto de Crédito Territorial para proveer de vivienda a trabajadores que habían llegado dentro del boom industrial de la década de 1960; para eso utilizaron predios de la finca El Trianón.

Al principio las vías que lo unían con la parte central del municipio eran precarias y fue necesario el esfuerzo comunitario para resolver esas primeras necesidades así como para levantar la escuela y la iglesia.

La reserva natural es otro producto de ese esfuerzo colectivo que demoró 15 años y concluyó en febrero de 2019 con la declaratoria de área protegida alrededor del parque lineal La Heliodora y el Humedal El Trianón. La gesta valió la pena porque permite disfrutar de un sitio abierto al público y de exuberancia natural.

Desde su casa de cuarto piso, ubicada a todo el frente, Cristian Castaño puede divisar a lo alto la cantidad de guacharacas, carpinteros, guacamayas, loros verdes, gallinetas y más aves que aterrizan allí. Pero también abundan ardillas, varias clases de murciélagos y ha visto iguanas grandísimas y zarigüeyas. “Es una sensación única”, dice.

Los vecinos mismos hacen limpieza y cuidan que, en lo posible, no entre gente a consumir drogas. Adicionalmente, aprovechan a su manera, pues varios ubicaron su jardín allá, embelleciendo la entrada, y hasta sembraron frutales que cosechan. “Esta es como la finca de nosotros”, dice Margoth Gil, quien también vive en frente de la reserva y es tan comprometida con el cuidado de la naturaleza que puso a disposición de la Alcaldía y la Fundación Pintuco la fachada de su casa para que pintaran en toda su extensión un mural alusivo al humedal.

Hace como un año, Cristina fue testigo de un espectáculo que lo impactó: un pájaro carpintero gigante, “hágase de cuenta del tamaño de un gallinazo, impresionante” —ahí sí no podemos dar fe de que no se trate de una exageración paisa—.

Puente natural

La reserva está unida a la escuela por un puente colgante en miniatura para que los animales que habitan los árboles pasen hacia otro pequeño bosque que circunda la escuela. Y justo en los alrededores de ese centro queda el lote de unos 200 metros cuadrados donde don José trabaja ad honórem. Su pago, dice, es la alegría y la salud que le proporciona esa actividad que ejecuta tres horas durante tres días a la semana y tomando vacaciones solo cuando la misma madre tierra se las da, porque si hay mucho invierno no se puede trabajar y si es mucho verano tampoco, porque si usted la deforesta se secan las maticas”.

Este hombre de 71 años cuenta que a pesar de sus “manos de señorita” es un campesino legítimo, nacido en el corregimiento Santa Rita, de Andes. Allá vivió hasta que por “cosas de la vida” se fue para el pueblo y al no tener formación académica —solo hizo primero de primaria aunque habla más pulido que cualquier bachiller— se volvió albañil, plomero, y finalmente, todero.

Aún soltero, en 1977 llegó a Envigado a rebuscarse. Pronto se empleó como conductor y luego como empleado del matadero municipal, se casó y tuvo dos hijos que ya, con 38 y 41 años, residen en Chile.

Hace 14 años don José se pensionó mediante un plan de retiro del Municipio; el problema fue que la inactividad le exacerbó la depresión y sus ataques de pánico. Tras luchar con esa enfermedad que es peor que cualquier padecimiento físico, hace un año encontró la que, por lo menos hasta ahora, ha sido su cura. Le pidió a la acción comunal que le permitiera sembrar en el terreno que está a su cuidado al lado de la escuela. El sí fue inmediato y sin tardanza, se fue a una ferretería por un recatón, un azadón, un par de botas de caucho, un machete y el infaltable sombrero para protegerle la piel blanca, un gasto mínimo comparado con lo que hasta entonces valían los medicamentos.

Ayer, cuando EL COLOMBIANO lo visitó, estaba pletórico con dos papayas que cosechó y espera también que unas matas de yuca le regalen con qué hacer un buen sudado. “Yo escarbo aquí y soy feliz”, dice.

Orgulloso, don José muestra un mandarino, un aguacate, varios papayos, dos matas de limoncillo, algunas plantas de yuca, dos guayacanes y varias palmas ornamentales. “También tengo esta hermosura a la que le doy picos todos los días”, apuntó mientras tocaba las hojas prominentes de un árbol de tomate que plantó tres meses atrás. Él es uno de los que alardea de vivir en el barrio más verde de Envigado.

MÁS DE 25 HECTÁREAS DE PURA NATURALEZA

En la reserva habitan más de 300 especies de flora, alrededor de 1.700 árboles, la fauna incluye 116 especies y por allí vuelan unos 70 tipos de aves.

De las 25,8 hectáreas que la componen, 23,31 corresponden al parque lineal ambiental La Heliodora y 3,57 al humedal El Trianón.

Antes de que se hiciera la declaratoria como zona protegida, a principios de 2019, por parte del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, esta era una finca dedicada a la crianza de ganado, pero cuentan que la abandonaron y la naturaleza tomó lo que le pertenecía.

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