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Solo ruinas quedan de las vallas que instalaron para proteger a la Plaza Botero

Esta es la impresionante imagen del estado de la plaza Botero, un icono del turismo de la ciudad. FOTO: Manuel Saldarriaga.

En la plaza se han agudizado los problemas sociales y de infraestructura.

TOMADA DE:https://www.elcolombiano.com/

El Colombiano

Solo ruinas quedan de las vallas que la Alcaldía de Medellín instaló en la Plaza Botero para evitar los robos. Con la pandemia, los problemas de la plaza se hicieron más evidentes e, incluso, se practicaron robos en gavilla que aterrorizaron a los transeúntes. Además, empeoró el consumo de drogas, la presencia de habitantes de calle y la explotación sexual.

Para prevenir robos y mejorar la situación, la Alcaldía encerró la plazuela en julio del año pasado. Hoy, un año después, esas vallas quedaron en ruinas y la estrategia es cuestionada por su eficiencia.

En total fueron 202 metros de vallas electrosoldadas las que instaló la administración para intervenir la plaza que, dicho sea de paso, es uno de los centros turísticos de Medellín. Antes de eso se habían arreglado los jardines y se había adelantado una toma cultural de la plaza, con eventos artísticos.

En un recorrido por el sector se puede evidenciar el deterioro en que hoy está sumido. No solo han persistido los problemas sociales, como la drogadicción y la prostitución, sino que la infraestructura también se ha visto afectada. La plazuela, para decirlo sin ambages, está fea, sucia, decadente.

Donde estaban las vallas quedaron ruinas. El suelo está levantado y quedan los residuos de lo que alguna vez fueron las barreras. Las vallas fueron desvalijadas desde el comienzo. En las noches, con paciencia, se fueron llevando las varillas. La Policía incluso alcanzó a recuperar algunas que habían sido llevadas a ferreterías para venderlas como chatarra.

Aunque la estrategia de las vallas ha sido controvertida, varios de los comerciantes de la zona se sentían más seguros con ellas. “El encierro funcionó muy bien pero, desde que se empezaron a robar las vallas, todo volvió a empeorar. En la noche se meten y hacen lo que quieran, se llevan las cosas y convierten los jardines en ‘cagaderos’”, dijo un fotógrafo que trabaja en la zona.

Amanda Rúa es una mujer mayor, aunque vigorosa, que lleva 12 años vendiendo réplicas en miniatura de las obras de Botero. Celebró el encierro de la plaza pues, dice, el desmadre era tremendo. Pero lamenta el robo de las vallas, una situación que, según cree, ha deteriorado la seguridad de nuevo: “Los turistas ya no llegaban. Venían a tomarse las fotos y, mientras tanto, los robaban y los dejaban con las manos vacías. Ojalá volvieran a cerrar del todo”.

Ahora, con el desmantelamiento, hay zozobra. Hay pilas de tablas de madera y concreto que afean el sector, teniendo en cuenta que este es tan turístico. Y es que valga decir que el centro de la ciudad ha sufrido un deterioro constante desde hace por lo menos cuatro décadas.

Aunque las administraciones de la ciudad han intentado recuperarlo, el proceso ha sido lento y no ha tenido demasiados resultados. Ese deterioro se hace más que evidente con caminar unas cuantas cuadras.

 

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