En los últimos días, la ciudad de Riohacha, capital del departamento de La Guajira, ha sido testigo de una preocupante escalada de inseguridad que ha sembrado el temor y la angustia entre sus habitantes.
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Los casos de homicidios de personas inocentes en medio de atracos se han vuelto lamentablemente comunes, generando un clima de desconfianza e incertidumbre en la población.
A pesar de los constantes consejos de seguridad, los resultados efectivos parecen ser esquivos, dejando a la ciudad sumida en una sensación de impotencia y desesperación. Los ciudadanos demandan acciones más contundentes y medidas concretas para enfrentar este flagelo que afecta la tranquilidad y el bienestar de todos.
La sensación de desprotección se ha acentuado en todos los sectores de la ciudad, muestra de eso han sido los dos casos ocurridos en menos de 10 días en el Distrito, donde en medio de atracos han muerto Jaime Molina Rincón y ahora Rafael Acosta Mejía, quien había resultado mal herido cuando trataba de evitar que atracaran a su hija, y quien falleció en horas de la madrugada de este lunes festivo, producto de las complicaciones acarreadas por la bala que penetró en su humanidad.
Es necesario que las autoridades asuman su responsabilidad en la garantía de la seguridad ciudadana y redoblen los esfuerzos en la implementación de estrategias integrales que aborden las causas estructurales de la delincuencia. Además, se requiere una mayor coordinación entre las diferentes instancias gubernamentales y un mayor involucramiento de la comunidad en la prevención del delito.
Riohacha, es una ciudad con un potencial turístico extraordinario, y no puede permitirse que sea reflejo de la violencia y el caos. Es imperativo que se tomen medidas urgentes y efectivas para devolver la tranquilidad y la confianza a sus habitantes. La seguridad es un derecho fundamental que debe ser garantizado por el Estado, y es hora de que se actúe con determinación y firmeza para hacer frente a esta crisis que afecta a toda la sociedad.