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Los esfuerzos para que quizá, algún día, pueda ir de paseo a la Luna

POR HELENA CORTÉS GÓMEZ

En 2001 Pizza Hut, sí la cadena de comida rápida, envió un domicilio a la Estación Espacial Internacional (ISS). La pizza estaba sellada al vacío, medía 15 centímetros y era de salami, salsa de tomate y queso, aunque finalmente al salami lo reemplazaron por pepperoni porque no resistió la prueba de los 60 días. No lo pagaron los astronautas ni la Nasa.

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La compañía privada pagó un millón de dólares por el particular envío. Era publicidad, pero también la muestra de que hasta una pizza puede llegar al espacio.

Aún en ese momento los grandes fondos de capital no gubernamental no iban al sector espacial, cuenta Diego Mauricio Jiménez, administrador con máster de la International Space University desde Francia. “Hasta hace apenas unos 5 o 6 años el sector espacial era muy poco atractivo”, anota.

Quienes iniciaron lo que los norteamericanos han llamado el New Space o la nueva economía del espacio fueron las empresas que prestaban servicios satelitales, sensoramiento remoto y observación de la Tierra como Planet, creada en 2012. Spire, otra de estas, fue fundada en 2012 para hacer rastreo de aviones y barcos.

Actividades recurrentes y multipropósito con satélites en el espacio incrementaron la demanda de estos servicios como sensoramiento remoto para agricultura, finanzas, seguridad nacional, manejo de emergencias, rastreo de asuntos ecológicos, entre otros. Esto incrementó el número de lanzamientos y por ley de oferta y demanda, los costos comenzaron a disminuir significativamente.

Luego se han dado alianzas, como la de la Nasa y Space X, que tuvo una reciente noticia: con el éxito del lanzamiento de la cápsula tripulada Dragon Endeavour de la compañía SpaceX a la ISS el pasado fin de semana, la Nasa tiene ahora la capacidad de enviar sus astronautas desde Estados Unidos después de nueve años sin hacerlo. Pero hay más: esto vaticina cambios para el futuro de la ISS, hasta ahora el único laboratorio internacional en órbita con habitantes a bordo.

Jiménez asegura que este hito, posterior al sensoramiento remoto que dio inicio al New Space, es una nueva oleada que abre las puertas al turismo espacial. Hay un dato clave: el costo por kilogramo de peso enviado al espacio ha descendido en varias órdenes de magnitud. En la era Apolo llevar a un astronauta al espacio rodeaba los millones de dólares por kilogramo. Todas estas iniciativas que pusieron satélites en el espacio, sumadas a la miniaturización y los avances tecnológicos, establecieron el precio en cientos de miles de dólares por kilogramo. De hecho, uno de los objetivos del fundador de SpaceX, Elon Musk, es que el costo por kilo hacia el espacio esté en cientos de dólares y no miles.

Visitas recurrentes
Después de la cancelación del programa del transbordador espacial en 2011, la Nasa pagaba a la agencia rusa Roscosmos por cada astronauta que viajaba en su Soyuz para llegar a la estación. Ahora lo hará en un convenio con Space X y por la mitad del precio.

Ambas agencias mantuvieron una relación simbiótica, explica Raúl Gutiérrez, magíster en administración aeroespacial de la Escuela Superior de Comercio de Toulouse en Francia y quien fue jefe de asuntos espaciales de la Fuerza Aérea de Colombia.

Enemigos en el terreno político y militar, pero colaboradores en ciencia, la agencia estadounidense necesitaba a Rusia para llevar a sus astronautas y socios internacionales a la ISS. Las complejidades y enormes costos de la exploración espacial, analiza Gutiérrez, “los llevaron a unirse a partir de 1975 cuando realizaron la primera misión conjunta, la Soyuz-Apollo, que no solo sentó las bases de la cooperación espacial entre las dos naciones desde entonces, sino que ha servido como un medio de distensión en las relaciones políticas que siempre han sido tensas y complejas”.

Y los rusos se beneficiaron de lo que pagaba Nasa: un asiento en la cápsula Soyuz cuesta entre 80 y 88 millones de dólares, dice Gutiérrez, mientras que ahora, con SpaceX, dos astronautas podrán viajar a este laboratorio espacial por ese mismo valor.

“Se está viviendo un punto de inflexión con la confianza puesta en el músculo de los privados para llevar humanos al espacio sanos y salvos”, dice Jiménez. La explosión de la nueva economía del espacio permitirá que vehículos desarrollados por actores privados y estatales (algunas en alianza público-privadas) puedan llevar gente regularmente a la estación.

¿Turismo en la Luna?
La compañía de Musk ya está en conversaciones con un multimillonario japonés Yusaku Maezawa para llevarlo en viaje alrededor del satélite en su Starship, un vehículo de lanzamiento superpesado totalmente reutilizable. Ni el precio ni la fecha del viaje que duraría seis días se han hecho públicos, aunque se dice que no será antes de 2023.

También la compañía anunció planes para enviar turistas al espacio en su cápsula Dragon Endevour: esperan llevar a ciudadanos a la ISS en el segundo semestre de 2021 para una empresa privada llamada Axiom, que busca construir su estación espacial para lanzarla en 2024.

Beau Holder, portavoz de Axiom, dijo al portal especializado en astronáutica y astronomía Space.com que su vuelo no será una misión centrada en la ciencia. El objetivo es vender vuelos profesionales y privados a la estación espacial. Y espera volar hasta dos de estas misiones por año a medida que se presenten clientes. Tal vez al igual que la publicidad de la pizza, hay también posibilidades de que Tom Cruise vuele en la Dragon para filmar una película en la ISS en el futuro, según cita el portal The Verge.

Convertir este tipo de viajes en rutina dependerá de la disminución de costos. Un asiento en el Crew Dragon de SpaceX cuesta unos 55 millones de dólares (unos 210.000 millones de pesos, lo que es igual a la partida asignada al Presupuesto Participativo de Medellín para 2020) , mientras que un asiento en el Starliner de Boeing (ver microhistoria) cuesta 90 millones (equivalente a 315.000 millones, que es el 90 % de todo el presupuesto asignado a infraestructura, uno de los más altos de esta ciudad). Para un cliente promedio, ambas cifras están fuera de su alcance. Para un multimillonario, tal vez no. Jiménez calcula que esta es la década en que se verán civiles orbitando la Tierra.

Paseos fuera de la Tierra
Empresas privadas contemporáneas revivieron una carrera espacial ligeramente distinta a la de Estados Unidos y Rusia por la supremacía del espacio. El multimillonario Jeff Bezos creó Blue Origin en 2000; Musk a SpaceX en 2002 y Richard Branson a Virgin Galactic en 2004, pero el primero en lograr que su desarrollo llevara a dos astronautas hasta que su nave se acoplara a la ISS fue SpaceX a finales de mayo de 2020. ¿Por qué? No fue la empresa que recibió más dinero en estas nuevas alianzas público-privadas para ir al espacio ni tampoco la primera en crearse. Jiménez asegura que es por su modelo tipo startup. “Musk debe responder a inversionistas y con la mínima cantidad de recursos busca acelerar las mejores ideas para lograr sus objetivos”. Y Gutiérrez complementa: “Ya no se trata de aumentar las ganancias, sino de llevar a cabo proyectos que cada vez más abaraten costos para poder democratizar el espacio”. Esto es distinto a lo que se vio en la época de la carrera espacial en la que los gobiernos querían demostrar supremacía política más que científica.

Julián Mauricio Arenas, director ejecutivo de Cipsela Corp. y co-fundador del pregrado de Ingeniería aeroespacial de la U. de A., refiere que bajo el programa Tripulación Comercial, se le otorgó a SpaceX unos 3.100 millones de dólares y a Boeing unos 4.800 millones de dólares para desarrollar una nave espacial que reemplazara al Transbordador Espacial. SpaceX desarrolló su cápsula Dragon Endeavour, mientras que Boeing desarrolló su cápsula Starliner.

Lento despegue
Los “huérfanos” del Apolo, aquellos que lo vieron hacer historia llevando el hombre a la Luna por televisión, los mismos que se ilusionaron con las grandes expectativas de expandir la humanidad hacia el Sistema Solar, también vieron cómo nada de eso se hizo realidad. Incluso las últimas tres misiones de este se cancelaron. El público perdió interés y el costo era muy alto. Con las nuevas empresas privadas incursionando en el espacio, el sueño de colonizar la Luna y más allá parece comenzar a tomar otro curso.

Durante los años de 1970, las agencias espaciales gubernamentales como Nasa en Estados Unidos y Roscosmos en Rusia perdieron la capacidad de hacer avances significativos por diversas razones, cuenta Gutiérrez. Un ejemplo es la historia fallida del transbordador espacial, que debió estar listo en esa década.

El transbordador iba a ser la primera nave realmente reutilizable, pero terminaron quitándole piezas. “Lo que quedó del transbordador que llegamos a conocer no es ni la sombra de lo que resultó después. Para algunos fue un elefante blanco porque ponerlo a punto para un siguiente vuelo era casi tan complejo y costoso como hacer una nave espacial nueva”, describe el Coronel Gutiérrez.

Aunque los ingenieros y técnicos de la Nasa visualizaran algo realmente revolucionario, se cruzaban intereses políticos y económicos. Ellos no son autónomos, dependen del congreso de Estados Unidos y de lo que destine la Casa Blanca para apoyar sus planes. Ante los recortes, se ajustaron a algo que satisficiera a todos, pero que a la larga no respondía a esos planes ambiciosos que se tenían. El proyecto se canceló.

Con la idea de recuperar la capacidad de llevar astronautas a la ISS, hace casi una década el gobierno de Barack Obama le apostó a incentivar que actores nuevos compitieran por un proyecto financieramente viable. Gutiérrez, quién conoció a Charles Baldwin, el anterior director de la agencia espacial estadounidense, asegura que él tuvo mucha incidencia en este giro de perspectiva. Porque, explica, Obama advirtió que los gobiernos, como los únicos generadores del desarrollo espacial, producían avances lentos, o por déficit financiero o por desacuerdos políticos. Cada avance en la tecnología espacial implica investigación científica y toma de riesgos como los que le gustan a Musk, quien creó la empresa de pagos Paypal en la década de los noventa, y luego se dedicó a sus juguetes preferidos: cohetes y cápsulas que cree que llevarán a la humanidad a Marte.

Con nuevos actores en la escena que ya no buscan demorar sus proyectos para hacer ganancias, sino llevar a cabo los objetivos, las sueños que prometieron la serie de ciencia ficción Star Trek y la película de culto Odisea del espacio 2001 estrenada en 1968 están más cerca n

CONTEXTO DE LA NOTICIA

LA MICROHISTORIA

BOING TAMBIÉN ENVIARÁ ASTRONAUTAS

Aunque SpaceX fue la primera en volar dos tripulantes a la Estación Espacial Internacional, la compañía no es la única que trabaja en una nave espacial privada para la Nasa. Boeing aún está desarrollando su cápsula para la tripulación, el CST-100 Starliner, con el objetivo de hacer lo mismo que el Crew Dragon de SpaceX. En diciembre la empresa realizó un vuelo de prueba sin tripulación del Starliner; las cosas no salieron como se esperaban. Durante la misión aparecieron varios fallos de software que impidieron que la cápsula llegara a la estación espacial como se esperaba. Lograron traer al Starliner de vuelta, pero aún deben solucinar varios problemas antes de regresar.

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