GUSTAVO OSPINA ZAPATA
Mejor regalo no pudo tener como traído de Navidad Samantha Villalobos, una menor de cinco años que padece cáncer y a quien la Policía le cumplió un sueño que ella alimentaba desde hace más de dos años: vestirse con el uniforme de la institución.
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El hecho ocurrió este miércoles 23 de diciembre, previo a la noche de los traídos, y el escenario fue la sede de Carabineros de la Policía Antioquia, donde la niña fue acogida con todos los honores y los uniformados la hicieron sentir como una agente más. Lo único que no le dieron fue el arma, pero logró ponerse el traje completo, con las esposas, las botas y el sombrero.
Samantha, actualmente, lucha contra un cáncer de estómago y siempre les manifestaba a sus padres el deseo de ser policía.
“Ella desde que tiene uso de razón siempre le ha gustado la Policía, y hace un año, antes de que le saliera esta enfermedad, ya tenía su uniforme”, contó el padre, Ciro Villalobos, quien agradeció el gesto de la Policía, que incluso le dio el grado de subintendente, “porque a ella le gusta especialmente el verde de los sargentos y los capitanes”, dijo el emocionado padre de la infante.
Las imágenes muestran cómo los carabineros de la Policía la llevan en un helicóptero de la institución, le hablan con ternura y la montan a caballo.
Además de la gorra policial, al subirla al equino le pusieron el sombrero característico de este grupo especial de los uniformados, también le hicieron calle de honor, le cantaron, la aplaudieron y le dieron regalos.
“Buenas tardes Samantha, Policía Nacional, Dios y patria”, dijeron a coro los uniformados mientras ella miraba con curiosidad a su alrededor, como queriendo saber todos los detalles de lo que pasaba en su entorno, del cual era la protagonista principal.
“Para la Policía Nacional es motivo de satisfacción hacer realidad el sueño de la niña Samantha”, expresó Luis Fernando Arcos Álvarez, comandante operativo de la Policía Antioquia, que con su equipo de la división de Infancia y Adolescencia puso todo a disposición para que la niña se sintiera a satisfacción plena.
Adicional a todo lo descrito, también jugó y acarició a un canino entrenado y se le vio su emoción al oír sonar las sirenas de las patrullas y la curiosidad en el sobrevuelo por la ciudad.
Terminada la fiesta, el más feliz y orgulloso era el padre de la infante, que recibió el mejor regalo que cualquier padre quisiera en una noche traídos: la felicidad de su hija. Samantha tendrá, desde este miércoles, una historia para contar toda la vida: que ya fue policía a los cinco años y no cualquiera sino toda una subintendente.
