En nuestra serie Cartas de periodistas africanos, Zeinab Mohammed Salih escribe sobre los abusos racistas que experimentan los negros en Sudán.
Advertencia: este artículo contiene un lenguaje que puede resultar ofensivo.
A medida que las protestas contra el racismo se extendieron por varias partes del mundo a raíz de la muerte del afroestadounidense George Floyd en Estados Unidos, un país africano parecía estar en un mundo completamente distinto.
En Sudán, el uso del hashtag #BlackLivesMatter tuvo poca cabida.
De hecho, un gran número de usuarios en las redes sociales emplearon insultos racistas en contra de Issam Abdulraheem, un reconocido futbolista negro sudanés, y su pareja Reem Khougli, una maquilladora árabe de piel clara, después de que se casaron.
En serio chica, esto es haram (término árabe para decir que algo está prohibido)… una reina se casa con su esclavo», comentó un hombre en Facebook después de ver una foto de la pareja.
La luna de miel en Facebook live
La pareja recibió docenas de comentarios de ese tipo, algo que no sorprende dado que muchos sudaneses se ven a sí mismos como árabes y no como africanos, y emplean la palabra «esclavo», entre otros términos despectivos, para referirse a la gente negra.
Sudán es un país que siempre ha estado dominado por una élite de piel clara que habla árabe, mientras que los africanos negros del sur y oeste del país enfrentan discriminación y son marginados.
Y es común que los periódicos utilicen insultos raciales, incluida la palabra «esclavo».
Hace un par de semanas, un columnista islamista que no aprueba que las mujeres jueguen fútbol, y que escribe para el medio local Al-Intibaha -un diario que apoya al expresidente Omar al-Bashir- se refirió a la entrenadora de fútbol del equipo femenino Gunners como esclava.
Además, casi todos los medios sudaneses describen a los jóvenes delincuentes de Jartum, la capital del país, como «negros», ya que se les considera pobres y no étnicamente árabes.
Cuando le pregunté a Abdulraheem cómo reaccionó a los insultos raciales que él y su esposa recibieron, simplemente dijo: «No pude publicar más fotos en mis redes sociales porque temía recibir más (abusos)».
En cambio, el joven de 29 años y su esposa de 24 transmitieron un concierto en Facebook durante su luna de miel, explicando que estaban enamorados y que la raza de ambos era irrelevante.
Pocas caras negras
En otro caso reciente, la directora de un grupo de derechos de la mujer, «No To Women Oppression» (No a la opresión hacia la mujer), comentó una foto que muestra a un joven negro con su esposa blanca europea diciendo que la chica, al elegir a su esposo, podría haber estado buscando a la criatura desaparecida en el proceso evolutivo entre humanos y monos.
Después de una protesta, Ihsan Fagiri anunció su renuncia, pero su organización se negó a aceptarla argumentando que ella no hablaba en serio.
El racismo es dañino en Sudán. Históricamente, desde su independencia, la mayoría de los altos puestos gubernamentales han sido ocupados por personas del norte del país que pertenecen a los grupos étnicos árabes y nubios.
De igual forma, caso todos los militares de alto rango pertenecen a estas comunidades, lo que también les ha permitido utilizar su influencia para dominar el sector empresarial.
Hoy, si vas a algún departamento gubernamental o entras a algún banco en Jartum, pocas veces verás a una persona negra ejerciendo un rol importante.
No existen estadísticas confiables sobre el desglose étnico de la población de Sudán, y mucho menos sobre su relativa riqueza, pero un grupo rebelde con sede en Darfur -una región en el oeste del país- que lucha por los derechos de los negros estima que el 60% de los residentes de la capital del país son negros.
Los comerciantes de esclavos son «glorificados»
El racismo se remonta a la fundación de Jartum en 1821 como mercado de esclavos.
En la segunda mitad del siglo XIX, cerca de dos tercios de la población de la ciudad fueron esclavizados.
Sudán se convirtió en una de las zonas de comercio de esclavos más activas en África. Estos eran transportados del sur al norte del país, así como a Egipto, Oriente Medio y a regiones del Mediterráneo.
Los comerciantes de esclavos todavía son glorificados: una calle en pleno corazón de la capital lleva el nombre de Al-Zubair Pasha Rahma, que formó un imperio comercial en el siglo XIX que se extendió a partes de lo que ahora es la República Centroafricana y Chad.
Los historiadores cuentan que capturaba principalmente a mujeres de las áreas sudanesas modernas en la zona del Nilo Azul y las montañas Nuba, así como de la región de Oromía en Sudán del Sur y Etiopía.
También era conocido por su ejército de esclavos, compuesto por cautivos del sur de Sudán, que lucharon a favor de los otomanos.
Otra calle lleva el nombre de Osman Digna, un comerciante de esclavos y comandante militar, cuyo lucrativo negocio fue restringido por la administración colonial británica cuando prohibió la esclavitud.
La práctica solo se abolió oficialmente en 1924, pero la decisión enfrentó una fuerte resistencia por parte de los principales líderes árabes e islámicos de la época, entre ellos Abd al-Rahman al-Mahdi y Ali al-Mirghani, quienes muchos creen que tenían esclavos trabajando en las vastas extensiones de tierra que tenían a lo largo del río Nilo.
En aquella época, le escribieron a la administración colonial pidiéndole no abolir la esclavitud, pero su solicitud fue ignorada.
Los dos hombres, junto con sus partidos políticos -el Unionista y el Umma- continuaron ejerciendo una enorme influencia después de la independencia, afianzando las nociones de superioridad árabe en el nuevo estado al reservar casi todos los trabajos para los árabes y no desarrollar áreas habitadas por los negros.
El nieto de Mahdi, Sadiq al-Mahdi, se desempeñó como primer ministro de 1966 a 1967 y nuevamente de 1986 a 1989, cuando el hijo de Mirghani, Ahmed, se convirtió en presidente de un gobierno de coalición que los dos hombres habían formado.
Dos académicos sudaneses, Sulimen Baldo y Ushari Mahoumd, alegaron públicamente en 1987 que habían descubierto evidencia de que algunos grupos árabes del norte esclavizaban a personas negras del sur.
Dicen que estos grupos estaban armados por el ejército de Sadiq al-Mahdi, y fueron la génesis de las milicias Janjaweed, que luego fueron acusadas de limpieza étnica en Darfur.
Las acusaciones de reclutamiento de esclavos fueron negadas en ese momento por el gobierno de Ahmed Mirghani y Sadiq Mahdi, que sigue siendo una figura influyente en la política sudanesa y es cercano al gobierno actual, que asumió el poder después del derrocamiento de Bashir en 2019.
Redadas de esclavos en el siglo XXI
El complejo de superioridad de muchos miembros de la élite árabe está en el centro de uno de los peores conflictos que ha azotado a Sudán desde la independencia y desde entonces los negros exigen igualdad o una patria aparte.
Diversos reportes han informado que las redadas de esclavos en el sur continuaron hasta el final de la guerra civil en 2005, lo que llevó a que Sudán del Sur, habitada principalmente por negros, se separara de Sudán, donde la mayoría es árabe, cinco años después.
Muchas de las mujeres y los niños secuestrados por grupos árabes para que trabajaran gratuitamente para un «maestro» nunca volvieron a ver a sus familias, aunque en algunos casos su libertad fue comprada polémicamente por grupos de ayuda como la ONG Christian Solidarity International.
Y desde que el conflicto en Darfur comenzó a principios de la década de 2000, las milicias progubernamentales árabes de Janjaweed han sido acusadas en repetidas ocasiones de llegar a caballo a pueblos negros, matar a los hombres y violar a las mujeres.
Poco ha cambiado en esta zona en el último año. Varios informes han reportado que las violaciones y la quema de aldeas continúan a pesar de las conversaciones de paz organizadas por el gobierno de coalición, que lidera una transición de tres años para un gobierno de civiles.
El gobierno de transición fue formado por grupos militares y civiles que lideraron la revolución de 2019, pero no está claro si está realmente comprometido a abordar el racismo estructural que existe dentro del Estado sudanés.
El Partido del Congreso de Sudán (SCP, por sus siglas en inglés), un miembro clave del brazo civil del gobierno, dice que se ha propuesto una ley para criminalizar el discurso de odio.
La propuesta propone castigar el uso de insultos raciales con cinco años de cárcel, según el portavoz del partido Mohamed Hassan Arabi.
Sin embargo, a muchos negros les preocupa el papel de los militares en el gobierno, pues formaban parte del régimen de Bashir.
Uno de los pocos ministros negros en el país, Steven Amin Arno, renunció a los dos meses de asumir el cargo, diciendo en una carta de renuncia que apareció en las redes sociales que nadie lo estaba escuchando.
El gobierno no comentó sobre sus acusaciones, lo que, según él, prueba su punto.
«Lo que sucedió conmigo muestra la marginación y el racismo institucional en el país», aseguró.