En un recorrido nocturno, estos enormes cocodrilos del Orinoco, viajaron desde Villavicencio hasta la Hacienda en Doradal.
Ningún viajero de la vía Medellín – Bogotá hubiera advertido que una noche de aquellas, sujetados con cuerdas y con sus cabezas cubiertas por trapos, eran transportados cinco enormes cocodrilos del Orinoco, también conocidos como caimanes llaneros (Crocodylus intermedius), hasta la Hacienda Nápoles en Doradal.
Como si se tratara de una escena del viaje de Gulliver, los viajeros, de más de cuatro metros, se embarcaron en la Estación de Biología Tropical Roberto Franco de Villavicencio, donde funciona un programa de conservación animal de la Universidad Nacional en el Meta.
Su destino final, después de varias horas de recorrido, fue un estanque del parque temático Hacienda Nápoles, donde podrán ser apreciados por los turistas.
Los lagartos gigantes fueron entregados en préstamo por la universidad al parque, que asumirá su cuidado y liderará un programa de divulgación y educación sobre esta especie en peligro crítico de extinción, después de una agresiva caza en los años 60 para vender sus pieles a altos precios en el exterior.
Óscar Jairo Orozco, director del parque temático, contó que la universidad visitó la Hacienda el año pasado y les propuso que fueran parte activa de un plan de conservación con un criadero.
Los que llegaron, contó, son cinco machos que hacen parte de la primera etapa del proyecto. Esperarán su adaptación al clima, a la temperatura del agua, a la dieta y al cambio de hábitat y, cuando estén ambientados, por allá en cuatro o cinco meses, procederán a traer las hembras.
Para recibir a estos “verdaderos dinosaurios”, la Hacienda Nápoles dispuso de un estanque con las características ideales para el mantenimiento y exposición de los cinco machos adultos.
Los animales se eligieron teniendo en cuenta sus condiciones físicas que muestran la dimensión de esta especie, la cual cumple una función clave en la cadena de los ecosistemas acuáticos de la Orinoquia colombo-venezolana.
Según el profesor Mario Vargas Ramírez, director de la Estación Roberto Franco de Villavicencio, con este acuerdo se abre una ventana para que los visitantes conozcan más esta especie, la valoren y se sensibilicen frente a la necesidad de conservarla y de volver a contar con poblaciones naturales en las zonas que habitaron históricamente.
“Queremos impresionar a los niños y demás visitantes, llegar al corazón de la gente para que les brindemos a estos cocodrilos la oportunidad de permanecer en el planeta, ellos tienen derecho de volver al río”, señaló.
La coordinación científica del programa de conservación y repoblamiento del caimán del Orinoco está a cargo de la Universidad Nacional, aunque existe un plan creado en 1998 por el Ministerio de Ambiente y del cual hace parte el Instituto Alexander von Humboldt.
Para la investigadora Ana María Saldarriaga Gómez, quien adelantó el estudio de ADN de los caimanes a cargo de la universidad, salvar el cocodrilo del Orinoco significa rescatar a una especie crucial para el ecosistema de río, pues esta posibilita el flujo de materia y energía, además de ser controladora biológica y ayudar a mantener limpios los lechos de los ríos.
Esto, explicó garantiza la manutención de otras especies y, contrario a lo que algunos pescadores creen, antes que comerse los peces que ellos persiguen con sus redes, promueven su calidad y abundancia consumiendo los peces enfermos o débiles