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Vida

El esqueleto de Leidy, la elefanta del zoológico, será exhibido

La elefanta asiática vivió durante 31 años en el actual Parque de la Conservación luego de pertenecer a un circo. Fue enterrada en la Hacienda Nápoles en 2012. FOTOS EDWIN BUSTAMANTE

Lo hicieron después de más de 10 años de muerta. Será exhibida en la Hacienda Nápoles en 2022.

TOMADO DE: elcolombiano.com

¿Qué es la muerte? Hay quienes dicen que es un viaje, otros que lo consideran una parada dentro de una transición. Otros lo comparan con la vida: si estar vivo es estar cambiando, morir es dejar de cambiar. Dijo el biólogo chileno Humberto Maturana que todo ser vivo es un sistema cerrado que se está transformando a sí mismo continuamente; algo así como una herida que, por sí misma, se sana. Hay quienes, más tajantes, creen que la muerte es el fin. Que no hay más.

Estos últimos tres días, el 13, 14 y 15 de diciembre, la muerte se convirtió en todo lo contrario: en el comienzo de algo. Se realizó la exhumación de la elefanta Leidy, que falleció hace casi una década, dando inicio a una investigación de sus restos. Leidy fue una elefanta que vivió más de la mitad de su vida en un circo donde era maltratada, pero que fue luego donada al entonces Zoológico Santa Fe, donde vivió 31 años más hasta que, al pasar los 70 años, recibió la eutanasia debido a su deteriorado estado de salud.

Es la muestra de que, como creen tanto los médicos forenses como los egipcios, la muerte no es el final, es una parada temporal.

La vida y la muerte se unen

 

En el Parque Temático Hacienda Nápoles, donde hay leones, avestruces y elefantes africanos, enterraron en 2012 el cuerpo de la que fue una de las elefantas indias más longevas del mundo. Sin mucha experiencia y sin más intención que enterrarla, su cuerpo fue posado en una cama fría y húmeda de tierra de río y ahí mismo se le practicó necropsia, por lo que le fueron amputadas dos de sus patas para examinarlas y ubicarlas mejor en la fosa.

Aún así, sin saber con seguridad que en 2021 la iban a desenterrar, pero “por si acaso”, protegieron varios de sus huesos más pequeños con plástico para que no se perdieran o se dañaran con los años.

Los encargados fueron un equipo interdisciplinario de la Uniremington. <b>Foto: Edwin Bustamante</b>
Los encargados fueron un equipo interdisciplinario de la Uniremington. Foto: Edwin Bustamante

En ese entonces no consideraron tampoco anotar las coordenadas de la ubicación. Solo tenían unas cuantas fotos y, con aproximaciones, lograron encontrarla enterrada a más de cuatro metros en el primer intento, aunque la primera en dar con ella fue la retroexcavadora, que alcanzó a fracturar una pequeña parte de su cráneo.

Del resto se encargó el equipo de especialistas en Ciencias Forenses y Criminalística de la Unidad Forense Veterinaria de Uniremington, al igual que la Clínica Veterinaria, apoyados por estudiantes de los grupos de estudio de tanatología y tanatopraxia, del grupo de gestión de riesgo Cebra y de los semilleros de caninos, felinos y de Fauna Silvestre.

Con mucho más cuidado, con brochas y palustres pequeños, calculando cada paso, removiendo poco a poco la tierra mojada y con las técnicas propias de la investigación criminal, los presentes fueron descubriendo el esqueleto que dejaba ver el gran tamaño que alguna vez tuvo Leidy y sus más de 600 kilos de huesos.

Fue un reto. El sol de Doradal obligó a que las operaciones de remoción se hicieran por equipos, con rotaciones cada 15 minutos en el día y 25 en las noches para evitar los golpes de calor.

El esqueleto pudo haber estado en mejores condiciones, porque lo que encontraron fueron huesos quebradizos, húmedos y difíciles de manejar y recolectar, pues la taparon con arena de río para evitar que los animales carroñeros la desenterraran y se la comieran, lo que generó una piscina a su alrededor y un sello sobre el animal que, además, hizo difícil su descomposición, por lo que en zonas como la cola aún conservaba pedazos de piel a pesar de que pasaron 10 años.

“Su estado se puede comparar con el de un perro que lleva inhumado dos o tres años”, explica el médico veterinario forense y decano de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Uniremington, Julio Aguirre, que agrega que el ideal serían huesos más firmes y secos y que la hubieran enterrado en una cama de algún sustrato específico, tal vez envueltos para que no se desagregaran o separaran con los años y con algún líquido o sustancia para su conservación, tal como hacían los egipcios con las sales que agregaban a sus momias.

¿Para qué desenterrarla?

 

Ejercicios de exhumación de cadáveres animales son comunes, periódicos de hecho, dentro de los estudios de veterinaria y forenses, pero se hacen en especies autóctonas. Leidy, en cambio, vino de Asia y es, si no la única, una de las pocas exhumaciones de megafauna del país. De acuerdo con el médico veterinario y coordinador del Laboratorio de Morfología de la Uniremington, Jose Luis Caraballo, se trata de ejercicios anatómicos y morfológicos importantes que no solo permitirán hacer estudios e investigaciones posteriores, sino que además será restaurada y pasará por procesos que le darán mejor aspecto y conservación anatómica para ensamblar el esqueleto y exhibirlo.

Ya que terminaron de hacer la fase de prospección (o exploración del terreno) y de recoger los elementos óseos (y otros restos encontrados como aquellos de alimentos y piel), sigue en Medellín, en el laboratorio de la universidad, una segunda fase de osteotecnia, reclasificación, conservación y fijación para volver a armar el esqueleto “para que pueda servir en términos académicos y de investigación científica: la comunidad científica, veterinarios y biólogos del país podrán tener un espécimen de referencia para asuntos anatómicos y fisiológicos”, añade Aguirre.

Tomará meses, de cuatro a seis, para tener los resultados de las pruebas y la exhibición final, que quedará de nuevo en la Hacienda, porque “el proceso de muerte de Leidy no fue un final, fue un inicio donde ella sigue latente, sigue presente y nos sigue enseñando”, puntualiza Aguirre.

Leidy dejó varias enseñanzas: que en el país hay hoy una nueva preocupación por investigar los cuerpos después de la muerte y preservarlos con esta intención, porque saben que ahí hay ciencia, con instituciones como la Uniremington en representación de la academia nacional; que hay estudiantes y profesionales que, voluntariamente, deciden participar de estos procesos, como es el caso de Carolina Isaza, que un día antes de graduarse estaba todavía sacando tierra de la fosa con el riesgo de llevar hasta su ceremonia el olor de la elefanta impregnado en su cuerpo; que la inversión valdrá siempre la pena cuando se trata de educar y continuar aprendiendo; y que los animales que mueran a partir de ahora serán preservados mejor porque ya hay una cultura de la inhumación, tal como enseñan los egipcios.

La muerte, entonces, llega con transformaciones, con oportunidades. Leidy pasó a ser huesos que, aunque frágiles, aún dejan ver su gran tamaño y sus rasgos característicos de elefante, que la dibujaban en tierra y que serán conservados para recordarla.

Vivió en el antiguo zoológico de Santa Fe durante 31 años. <b>Foto: Edwin Bustamante</b>
Vivió en el antiguo zoológico de Santa Fe durante 31 años. Foto: Edwin Bustamante

CONTEXTO DE LA NOTICIA

Parecía una escena de película: desde la fosa se alcanzaban a ver los dos elefantes africanos que hay actualmente en la Hacienda, llenos de vida, majestuosos. En un solo lugar se unió la vida y la muerte. Leidy también estuvo viva: duró más de 70 años, de los cuales muchos los pasó, explotada y maltratada, en un circo. Fue un filántropo quien alguna vez la compró y la donó al entonces Zoológico Santa Fe, actual Parque de la Conservación de Medellín, donde vivió por 31 años al cuidado de un equipo de veterinarios y expertos. En marzo de 2012 le aplicaron la eutanasia porque su estado de salud estaba muy deteriorado, para evitar su sufrimiento, y la enterraron en la Hacienda. Esta elefanta era especial. La profesora Marta Ocampo, docente del área de Fauna Silvestre de la Uniremington, la recuerda con cariño porque fue ella, con Caraballo, una de las que pudo cuidarla en sus años de vida. Leidy es el reflejo del mal que puede hacer el hombre, pero también del bien que el amor y los cuidados logran.

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