La fuerza del viento destruyó 4.000 casas y deja, hasta ahora, 388 personas muertas. Gobierno prometió ayudas.
Aún sin recuperarse del tifón Mangkhut, que en su estela de muerte el 18 de septiembre de 2018 dejó en Filipinas 81 personas fallecidas y 600 víctimas, la naturaleza volvió a enfurecerse con Filipinas y esta vez el tifón Rai, uno de los más violentos en los últimos cinco años, deja a su paso, hasta ayer, 388 muertos, 60 desaparecidos y cientos de heridos por contabilizar.
A las muertes por el paso del viento huracanado se suman las víctimas que deja el coletazo de Rai que, según la Defensa Civil de Manila, asciende a 140 personas enfermas por consumir agua contaminada; 80 de estas fueron atendidas por gastroenteritis aguda en el hospital de la provincia Dinagat y otras 54 fueron llevadas a un hospital por diarrea en la isla Siargao, informó la subsecretaria de Salud, Maria Rosario Vergeire. Además, otros 16 casos de diarrea severa fueron diagnosticados en la ciudad de Cebu.
Los informes policiales reseñan que entre las zonas más afectadas están Bisayas, Caraga, Siargao, Norte Mindanao y Zamboanga, documentos que fueron soportados con las denuncias de la ONG Plan Internacional Filipinas que comentó a través de Twitter: “Mucha gente llama a este lugar su hogar, es desolador ver esta devastación”.
El mismo registro oficial, en cabeza del Consejo Nacional de Gestión y Reducción del Riesgo de Desastres (NDRRMC), tiene censado que el paso del tifón Rai ha dejado 442.000 personas desplazadas y cerca de un millón afectadas. Además, 4.000 viviendas fueron destruidas y 227 localidades quedaron sin electricidad; los vientos destruyeron 41 carreteras y cuatro puentes.
Kristin Dadey, presidenta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Filipinas, calificó de “descorazonadora” la devastación causada. “El 90% de los alojamientos están dañados, y hay una necesidad urgente de alimentos, alojamiento, electricidad, kit sanitarios y demás”, manifestó Dadey.
La polémica desatada en Filipinas tras el paso del tifón, está basada en la lentitud de las ayudas, lo que ha generado una oleada de críticas la presidente Rodrigo Duterte.
Ante las protestas, el mandatario filipino prometió destinar 35 millones de euros para la asistencia a los damnificados, la misma que iniciará antes de terminar las fiestas de Navidad y que los afectados tengan un mejor Año Nuevo