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La urbanización que es ejemplo al convertir basura orgánica en abono

La prueba piloto, en La Pintada, podría ser replicada por varios municipios y hasta por el mismo Medellín.

Los habitantes de las 137 casas de la urbanización Montenegro, en La Pintada, no ven lejano el día en que les rebajen su tarifa de aseo a cambio del ejercicio juicioso que vienen haciendo al separar los residuos orgánicos.

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“Creo que es un camino en el que si todos colaboramos vamos a convertir la basura en abono y dinero”, dijo con su voz grave Diego Gallego, al momento de entregarle una bolsa con desperdicios de cocina al empleado que pasa religiosamente por lo menos una vez al día, vivienda por vivienda, cuando EL COLOMBIANO los visitó para conocer esta experiencia piloto que aspira a ser escalada en todo el municipio y en el Suroeste antioqueño. A Medellín tampoco le vendría mal tomarla en cuenta dado que justamente la falta de separación en la fuente es una causa para que el relleno de La Pradera se haya llenado antes de tiempo y ahora la ciudad más otros 40 municipios que depositan allá sus basuras corren el riesgo de entrar en emergencia sanitaria.

Gallego, de 72 años, y su esposa Nidia Martínez, vivían en Medellín y compraron la casa 115 de Montenegro hace seis años para veranear en fines de semana y vacaciones, pero la pandemia hizo que cambiaran las cosas, de manera que hoy día permanecen casi todo el tiempo en el caluroso refugio y solo suben a la ciudad de vez en cuando.

Si bien desde el año 2010 ya habían aparecido en Montenegro chispazos de ecologismo, construyeron una caseta para la separación y se empezaron a hacer recorridos más frecuentes para que la basura no afeara el ambiente ni ocasionara sensaciones olfativas molestas, solo a finales del año pasado se refinó hasta el punto actual en que el ejercicio está incorporado a un proyecto más grande de economía circular que se aplica en varias partes, llamado Suroeste Circular.

El proyecto lo lidera Ecometa, una firma para la que el lucro es apenas uno de sus intereses. El mayor financiador es la minera Quebradona y tiene alianzas con organizaciones comunitarias y alcaldías.

“En los modelos de economía circular, hasta ahora el error ha sido buscar primero el cierre financiero antes que el social y el ambiental. Acá podemos demostrar que buscando los cierres ambientales y sociales encontramos también los cierres financieros”, dice Felipe Correa, el director operativo, como para aclarar la filosofía de esta compañía que en 2023, en una apuesta similar a la de Montenegro, pero de escala mayor, lideró en Jericó la recuperación de más de cien toneladas de material reciclable, siendo clave la educación ambiental en los colegios.

Hasta ahora en Suroeste Circular han invertido unos $300 millones, de los cuales $40 millones han sido para la iniciativa de Montenegro, que sería el primer centro de compostaje de la subregión, pero también están terminando de instalar un parque infantil en Calle Larga, de La Pintada –cercano a Montenegro– y han aportado materas para ornamentar con plantas ese mismo sector.

La intención acá es transformar in situ la totalidad de los orgánicos, que equivalen al 60% de todos los desechos que genera esta urbanización, la cual tiene sus picos más altos en fines de semana, festivos y vacaciones. Son, según el administrador del lugar, Bernardo Cardona, entre 380 y 400 kilos semanales en tiempo “frío” pero suben a cerca de 1.200 en temporada alta.

Por lo pronto, en esta etapa inicial han llegado más o menos al 20% de la meta, lo cual es notable si se tiene en cuenta que el promedio de aprovechamiento de residuos en el Suroeste no supera el 12% y en Medellín apenas pasa de ahí.

Parte del protocolo que ha colaborado con la disciplina social es la entrega gratuita de bolsas verdes para la separación de los orgánicos, los reciclables y los inservibles, aunque la permanente rotación de personas por ser esta una urbanización dedicada al veraneo ha representado una dificultad que solo superaron con persistencia.

Al día de hoy, los ocupantes salen al oír el motocarguero y echan en una caneca los residuos de comida y otros orgánicos susceptibles de descomponerse. Una instrucción impajaritable es que la caca de las mascotas debe ir aparte.

El segundo paso es la separación en una enramada y de ahí suben lo orgánico a la caseta de guadua que construyeron para el compostaje en el área más alejada del complejo habitacional.

Contrario a lo que podría esperarse por lo que allí manejan, no hay moscos ni malos olores, mucho menos gallinazos. Dos módulos formados por un arrume de cajas plásticas de colores, bien ordenados, son el receptáculo de los desperdicios por mes y medio. La basura va mezclada con aserrín con el fin de contrarrestar la humedad y se deja bien cerrada para que los microorganismos hagan su trabajo. En mes y medio se deben ver los resultados: un abono para el uso interno y en el futuro para la venta.

Suliene Londoño, la vecina de don Diego y doña Nidia, la de la casa 113, aspira a ver el día en que el motocarguero pase también a traerle bolsas de abono para el jardín y los árboles de aguacate que embellecen el frontis de su vivienda.

La pretensión de la administración es sentarse a hablar de rebaja de tarifas con la empresa de aseo EPI cuando cumplan con el 100% del aprovechamiento.

Es decir que el beneficio para los habitantes es triple: un ambiente libre de basuras y malos olores, no tener que comprar fertilizantes y, a futuro, bajar lo que pagan por aseo. El saldo positivo también es para EPI y el Municipio, que en la actualidad no cuentan con un relleno sanitario.

LO QUE MEDELLÍN DEBE APRENDER

En 2003, cuando entró en funcionamiento el relleno sanitario La Pradera, fue vendido por el alcalde Luis Pérez como un “modelo” de separación, disposición y aprovechamiento de residuos sólidos, y una solución al problema de las basuras para Medellín y otros municipios que duraría un siglo. Lo real es que nunca se hizo como se prometió y se convirtió en un simple botadero a cielo abierto. Ese es el origen del escenario actual en que la ciudad y más de 40 municipios que llevan sus desechos allí están ad portas de una crisis sanitaria.

El último anuncio al respecto es que en el último trimestre deberá entrar en operación el vaso La Piñuela y mientras tanto habilitarán un nuevo sector del vaso Altair.

Sin embargo, lo cierto es que solo la adopción de un esquema de manejo eficiente en el que la opción principal no sea enterrar la basura, sino reutilizarla, garantizaría una salida de fondo. De hecho, la ley obliga a hacerlo.

 

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