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La historia del colegio de Medellín que no le niega el cupo a nadie

FOTO: ANDRÉS CAMILO SUÁREZ
Cristian Álvarez Balbín

Institución Héctor Abad Gómez, en el Centro, resalta por ser una de las más inclusivas. Allí estudian migrantes, afros indígenas, personas con discapacidad y todo el que llegue a pedir cupo.

TOMADA DE:https://www.elcolombiano.com/

Archivo:ElColombiano.svg - Wikipedia, la enciclopedia libre

En pleno centro de Medellín, entre el ruido de los carros y del quehacer propio de la Placita de Flórez, se gesta uno de los proyectos educativos más inclusivos de Medellín que prácticamente convierten las paredes de esa institución en un crisol humano en una de las zonas más complicadas de la ciudad.

La Institución Educativa Héctor Abad Gómez es reconocida incluso a nivel nacional por sus estrategias pedagógicas centradas en procesos inclusivos que acojan la línea de pensamiento del inmolado médico antioqueño y que defienden el derecho a la educación con sentido y calidad; así como los valores humanistas como la tolerancia, el respeto, la paz y la responsabilidad que profesó Gómez.

Quien lidera desde hace 11 años esta institución es el sociólogo Elkin Osorio Velásquez, un hombre directo y desparpajado que asumió el reto de dirigir ese crisol para formar allí, de la mejor manera posible, a los niños y jóvenes que no tienen cabida en otras instituciones de la ciudad por tantas vicisitudes que les ha tocado sufrir.

Osorio llegó allí, luego de dirigir por 15 años el colegio Kennedy al occidente de Medellín, a raíz de un fuerte conflicto que hubo entre la comunidad académica y el anterior rector. En su mente traía el reto de comprobar si era cierto que el colegio que llevaba el nombre de tan importante personaje conservaba su espíritu inclusivo de puertas para adentro.

“Hay otras instituciones que hacen examen de admisión, pruebas diagnósticas o revisan la hoja de vida y si el chico es repitiente no lo dejan entrar, si es consumidor de droga menos, y si tienen extraedad o no tienen papeles sí que menos. Eso no pasa acá, o al menos mientras yo esté”, apuntó.

Y las cifras parecen darle la razón al rector, pues mientras en 2013 había 1.400 estudiantes y cerca de 50 maestros, hoy hay matriculados en el Héctor Abad 2.800 estudiantes y 80 maestros.

Pero más allá de llenar las aulas de clases, la idea del colegio es brindar permanencia y educación de calidad a sus alumnos. Por eso una de las primeras cosas que se hizo bajo el mando de Osorio fue impulsar un programa que se convirtió en la primera experiencia de ciudad y del país para dar educación a adultos los sábados.

“Empezamos con 64 y hoy tenemos 600 adultos, que se suman a los 400 que estudian en horario nocturno”, explicó.

Otro de los hitos alcanzados en el colegio fue la inclusión entre sus estudiantes de poblaciones migrante e indígena.

“La alcaldía pasada nos puso el reto de recibir 94 niños indígenas en ese entonces. Les dijimos que estaban locos porque no había cómo. Solo acepté con dos condiciones: nombrar maestros indígenas y modificando su plan de estudios. La primera condición se logró. Hoy tenemos a tres maestros emberas, dos de ellos titulados en Educación de la Madre Tierra de la U.deA”, contó.

Según el rector, lo segundo también se logró gracias a que el plan de estudio de los niños indígenas en vez de núcleos se basa en proyectos. En ellos se les enseña español, embera y hasta inglés; lógica matemática; desarrollo social y comunitario; y también aspectos propios de su etnia como botánica medicinal.

“La idea es que el currículo tenga que ver con su cosmovisión de las cosas y que se combine con otros saberes generales. A eso súmele que desde hace siete años que comenzó la migración venezolana, también atendemos a esos niños. Para ese año acá llegaron 25 estudiantes, hoy son 825. Somos la institución con más niños migrantes. En la sede Darío Londoño, de 330 alumnos el 70% son venezolanos” explicó el rector.

A estos hay que sumar los cerca de 450 estudiantes afrodescendientes. De estos, muchos de ellos descollan en el deporte y en la danza o el arte.

“Para impulsar esos talentos pasamos el bachillerato por la mañana para que así se puedan enfocar en la tarde a los temas deportivos y de talento —aparte de reducir mucho el tema de drogadicción—. Hoy tenemos 42 chicos ligados a las inferiores de los equipos de futbol, hay chicas Selección Colombia y tengo estudiantes en Juegos Nacionales”, explicó Osorio.

En las filas de alumnos también hay 154 menores de edad con discapacidad diagnosticada y hasta había un programa para que los estudiantes con alguna enfermedad terminal pudieran hacer parte del sistema educativo y así llevar una vida un poco más plena pese a su situación médica.

En el Héctor Abad también tienen cabida esos estudiantes que por cosas de la vida no han podido seguir sus estudios con regularidad. Incluso para ellos hay un programa especial, Caminar en Secundaria, que les permite hacer dos grados en uno manteniendo la calidad educativa. Dicho programa que inició allí ya se replica en otras 40 instituciones de la ciudad.

Además, de los 2.800 estudiantes, 400 de ellos están bajo la protección de entidades como el ICBF, Comisarias de Familia, Juzgados de Menores, etc. Muchos están en 24 instituciones que los albergan ya sea porque están enfrentando temas de drogadicción, o de explotación sexual infantil, o porque son víctimas o victimarios de delitos. “Hoy varios de esos alumnos ya han logrado ingresar a estudiar a entidades de educación superior”, narró.

Todos estos logros educativos los ha conseguido por su propio mérito —con estrategias de flexibilidad normativa y estímulos como la consecución de uniformes, kits escolares y alimentación para sus alumnos— una institución que parece un oasis en medio de ese caos que es el centro de Medellín. Y más meritorio se hace el asunto teniendo en cuenta las dinámicas de habitantes de calle, plazas de vicio y de “convivires” que hay por la zona ante la impunidad de las autoridades, como comentan los mismos vecinos del sector.

“Acá los niños llegan sin ningún papel, sin Sisben, sin permisos especiales de migración. Entonces la primera política nuestra es: ‘a quien lo pida le damos el cupo como llegue. En el camino cuadramos cargas. Y luego con las entidades estatales vamos supliendo esos baches”, apuntó

Aunque en los papeles es él quien dirige todo, el rector Elkin aclara que el mérito de este esfuerzo de inclusión que ya ajustó 11 años no es de él. “Esto es un trabajo en equipo en el que hay profesores pero también otros profesionales. Al principio me renunciaron 20 maestros porque no eran capaces con los pelaos, otros se fueron porque flexibilizamos las normas. Aquí la inclusión era un discurso pero no se practicaba. Pero con el tiempo se consolidó el grupo que ha ayudado hasta hoy y que está convencida de lo que estamos haciendo y que cree en esa ruta estratégica que marca pa’ donde vamos”, dijo.

A este apoyo interno se suma el de 36 instituciones entre corporaciones, universidades, asociaciones y fundaciones nacionales e internacionales que velan desde su quehacer con la permanencia de los niños y jóvenes en el entorno educativo. Todo un trabajo mancomunado que ha ayudado a la proyección incluso universitaria de los egresados del Héctor Abad Gómez en pro de la sociedad.

Finalmente el rector Osorio resaltó que ante la inoperancia de la actual Alcaldía se pudieron mantener muchos de los procesos propios del colegio para mantener a los niños en las aulas. ”En estos cuatro años no hubo voluntad política para hacer cosas más allá de lo básico. De hecho a mí me iban a abrir proceso disciplinario porque le brindamos agua y acceso a los baños del colegio a los indígenas embera en abril. Es que la actual alcaldía nunca entendió que estábamos haciendo acá”, añadió.

Por eso le pide a la administración entrante que también brinde las garantías no solo para continuar sino para poder aumentar la cobertura y la calidad pues pese a tener el doble de población, la actual administración le gira menos recursos al colegio de los que contaba hace 11 años.

El directivo espera culminar el último año de su rectoría antes de pasar a buen retiro esperando que quien lo reemplace mantenga ese espíritu de puertas abiertas que ha caracterizado su institución en todo este tiempo y que la han convertido en el refugio de muchos estudiantes a los embates de esa vida diaria.

“A los pelaos que usted les de opciones, ellos se van encarretando y el concepto de la institución se les va pegando. Los niños por fortuna responden a a eso porque a veces lo único que necesitan son oportunidades”, recalcó Osorio.

 

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