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Esta casa del Centro les da terror a todos los vecinos

La propiedad se convirtió en depósito de basuras así como en baño y refugio para ladrones y habitantes de calle de la zona. FOTO CAMILO SUÁREZ.
CRISTIAN ÁLVAREZ BALBÍN

Edificación en la que operó hace 15 años un centro asistencial se convirtió en foco de habitantes de calle, basuras y de inseguridad. Piden demolerla.

TOMADA DE:https://www.elcolombiano.com/

Archivo:ElColombiano.svg - Wikipedia, la enciclopedia libre

Una casona en el Centro de Medellín, gigante como las de antaño, está abandonada desde hace 15 años y desde hace cuatro no solo está siendo desvalijada –como el edificio Continental en Las Palmas– sino que también se volvió un foco de basuras, malos olores, insectos, roedores y peligros, según indicaron sus vecinos y los comerciantes de la zona.

La propiedad se ubica en el cruce de la avenida Oriental con la calle 56, Bolivia, donde hasta mediados de 2007 funcionó una antigua clínica de fracturas. Posteriormente, la sede se dispuso para su arriendo o venta, e incluso llegó a funcionar como sede política para la campaña de la alcaldía de Luis Pérez.

Hoy la propiedad, antes rodeada por columnas y rejas, es franqueada por altos muros que se han convertido en blanco de graffiteros y en escondite para ladrones y habitantes de calle.

“La casa del Terror”

Una de las cosas que delata la cercanía de la derruida propiedad es el olor a orina que emana de una de sus esquinas, usada por los cientos de habitantes de calle que usan sus aceras sobre la calle para pernoctar y hacer sus necesidades.

Sin embargo, el asunto del olor empeora más cuando se ingresa a la propiedad por uno de los boquetes que esta misma población ha abierto.

En el hall principal el piso está cubierto por una mezcla de basura, paquetes plásticos y excrementos de la que emerge una que otra rata.

Al avanzar por los que serían los primeros consultorios, la basura da paso a la maleza. Incluso un árbol de papaya ya comienza a dar sus frutos. Las plantas convirtieron el ala sur de la antigua estructura en un frondoso rastrojo, lugar ideal para el enjambre de gordas moscas grises que allí vuelan.

En las paredes de una de las habitaciones se leen varios garabatos posiblemente escritos con un tizón. Curiosamente, una de las frases más grandes dice: “Bendice este lugar y no dejes que nos pase nada”.

Las escaleras en caracol que llevan al segundo piso conservan las tablas de madera originales solo hasta la mitad pues el resto fue hurtado. Allí, contrario al primero, el piso está tapado por infinidad de prendas de vestir. Hay que pisar con cuidado porque en algunos puntos, casi imperceptibles, se observan jeringas desechables usadas.

Al llegar a la tercera planta, la ausencia de los tablones del piso obligan a caminar sobre las bases de ladrillo. Las paredes se muestran graffiteadas u oscurecidas por la cantidad de fogatas que se han prendido y que incluso han desconchado la poca pintura que aún poseen.

Allí, gracias a lo poco que queda del antiguo balcón que da a la avenida Oriental, permite que se disipe un poco el pesado aire que hay al interior de la edificación mientras ofrece una gran vista del centro de la urbe.

Al salir EL COLOMBIANO de la clínica, un transeúnte solo atina a decir: “¡Uy, cómo! ¿Se metieron a la Casa del Terror?”.

“Se volvió un atracadero”

Los venteros ambulantes del sector narraron la tragedia que ha sido lidiar con tan pésimo vecino. Por ejemplo don Fernando relató que los fuertes olores se hacen insoportables sobre todo en el costado sur de la propiedad y en los días que más sol hace.

“He perdido la mitad de la clientela porque la gente se queja mucho, no les gusta quedarse acá y a mí menos. Yo antes me hacía a unos 100 metros atrás y ya hoy estoy en toda la esquina”, precisó.

“Lo mejor es que quitaran el muro porque detrás de él se esconde mucho ladrón. Desde que lo pusieron la cosa empeoró” dijo otro vendedor.

Por su parte una comerciante de un establecimiento cercano señaló que lo más grave no son los problemas de basuras y roedores que salen de allí, sino el foco de inseguridad que se ha vuelto por la presencia a veces masiva de habitantes de calle que –luego de recibir alimentos de una fundación vecina– se quedan pernoctando, consumiendo drogas y a veces cometiendo hurtos a los infortunados que en la noche les toca cruzar por allí.

Mientras que el responsable de un parqueadero vecino señaló que han sido muchos los casos en los que ladrones han cruzado desde la propiedad para intentar robar los vehículos.

“Eso casi que día por medio están atracando una persona ahí, porque la zona también es bastante oscura por el tema de los árboles. Mejor dicho, todo se junta en ese punto”, precisó otro comerciante a la vez que señaló que justo en el cruce hay una cámara de vigilancia de la Policía.

Por ahora, los afectados solicitan que el inmueble sea demolido y que —ojalá si la plata alcanza— lo conviertan en un centro de atención para habitantes de calle. Esperan que no tenga que llegar al extremo de convertirse en un nuevo riesgo como Continental para que les presten atención.

“Pero si ha pasado tanto tiempo sin atendernos… será seguir viendo cómo las ratas nos caen de encima del muro”, se lamentaron.

CONTEXTO DE LA NOTICIA
PARA SABER MÁS
¿DE QUIÉN ES LA ESTRUCTURA ABANDONADA?
Al indagar con los vecinos sobre el propietario del inmueble, uno de ellos señaló que este habría sido de la familia Betancur, reconocida por la centenaria funeraria homónima. Al consultar con la funeraria, una de sus empleadas dijo que estaba “segurísima” de que los Betancur no tenían relación con la casona. Al revisar las fotos de archivo sobre la propiedad, apareció un número celular desde el que se ofrecía en venta el inmueble. Al llamar, este resultó ser el número de la Fundación Betancur, ligada a la misma familia. Pero allí también negaron la relación con la propiedad.

 

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