El animal se encontraba en excelentes condiciones físicas y de salud. Quien la mató causó un gran daño.
Es muy probable que la persona que le disparó al maravilloso ejemplar de águila negra que llegó agonizante a la clínica veterinaria del Área Metropolitana no logre dimensionar el daño tan grande que provocó.
La lamentable noticia la entregó el Área Metropolitana, que confirmó que al Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación (CAVR) de fauna silvestre ingresó un águila negra, conocida como águila iguanera (Spizaetus tyrannus), un hermoso ejemplar que presentaba una excelente condición corporal y plumaje, que sugiere que habría sido un ave con una alta longevidad de no haberse topado de frente con la persona que decidió propinarle un disparo de perdigón en el pecho que acabó con su vida.
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Según reportaron desde la entidad, un ciudadano la encontró luchando por su vida en zona rural de Barbosa y alcanzó a trasladarla al CAVR, pero llegó ya sin signos vitales. Esta es la sexta águila negra que atienden en el CAVR desde su fundación hace una década, y es la segunda que reciben víctima de disparos.
“Es muy delicado que todavía se presenten este tipo de situaciones en nuestras ciudades. Hacemos un llamado a la ciudadanía a proteger y cuidar nuestra fauna silvestre. Es fundamental que, al identificar casos como este, se reporten de inmediato a las autoridades”, señaló Alejandro Vásquez Campuzano, subdirector ambiental del Amva.
Para dimensionar la pérdida causada por este ataque insensato, hay que explicar que las águilas negras son considerados uno de los rapaces más fascinantes. Alcanzan hasta los 70 centímetros. Tiene un plumaje negro oscuro con diferentes patrones en el cuerpo y en cada una de sus alas, y una coloración blanco moteado en diferentes lugares. Los patrones y distribución de los coles de los plumajes parecen medidos geométricamente. Su perfección es una de sus características. Sus alas son rayadas, con una ligera forma elíptica y una cola larguísima y estrecha que rara vez expande. Las cuatro rayas tienen matices que van del gris al violeta y se les ve en las plumas de la cola, así como en la línea blanca que tienen arriba de sus enigmáticos ojos.
La presencia de este rapaz gigantesco es indicador, según Vásquez, de buena salud en las áreas naturales de las ciudades. Habitan principalmente en bosques secundarios y se alimentan de diversas especies, ejerciendo además un indispensable papel de control biológico.
Es tal su importancia y rareza, que hace cuatro años cuando fue vista por primera vez en Medellín hubo algarabía. El registro ocurrió en julio de 2020, un bello ejemplar joven de aproximadamente 68 centímetros, que fue avistada en varias zonas naturales de la ciudad, convirtiéndose en la segunda ave más grande registrada en Medellín en su historia, después del águila crestada que fue vista en 2018 en Medellín y en la reserva de San Miguel en Caldas.
Queda nuevamente el llamado para todos y cada uno de los ciudadanos a respetar la fauna, a cuidarla y valorarla y a convivir con ella. “Es muy importante que seamos eco ciudadanos, que cada vez que visitemos estas áreas seamos muy conscientes de su protección y conservación”, apuntó Vásquez.
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