En 2035, en la ciudad habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15.
En Medellín y Antioquia hay un fenómeno del que poco se habla en los parques y las cafeterías, pero del que ya empezaron a sonar las alarmas: la población se está haciendo cada vez más vieja más rápido. Puede pensarse que es una obviedad: un problema que ocurre en la mayor parte del mundo occidental, especialmente en países de ingresos medios y altos donde las mujeres toman decisiones autónomas. Sin embargo, en Medellín y Antioquia vamos más rápido que la mayoría, por lo menos de Colombia.
De acuerdo con estimaciones de Medellín Cómo Vamos, actualmente la ciudad es la que tiene la mayor tasa de disminución en nacimientos del país, y en 2035 será la segunda ciudad principal más envejecida del país, solo después (pero muy cerca) de Cali.
De hecho, ese cambio demográfico acelerado y una nueva composición de los hogares son retos que las administraciones de Federico Gutiérrez y Andrés Julián Rendón tendrán que afrontar en el corto plazo, según la organización.
Es que las estadísticas son contundentes: la tasa de natalidad de Medellín se ha reducido a la mitad en las últimas dos décadas, pasando de 16,2 nacidos por cada mil habitantes en el 2006 a una tasa preliminar de 7,6 nacidos vivos por cada mil habitantes en el 2023.
Mientras que en el 2005 la población menor a los 15 años representaba un 25% de la población y los mayores de 60 años representaban un 10% de la población, al 2025 la participación de ambos grupos se ha igualado, los menores de 15 años representan el 17% y los adultos mayores el 18%.
Dadas las proyecciones poblacionales se espera que en el 2035 los menores de 15 años solo representen el 14% y los mayores de 60 alcancen el 22%; además, para ese año, 6 de cada 10 adultos mayores de 60 años serán mujeres.
Y es que, a pesar de la violencia que no cesa en la ciudad ni en el país, cada vez es menos probable morir joven: en 1953 en Colombia había 529 personas con más de 100 años. Hoy hay más de 19.000. En 70 años, la esperanza de vida de un colombiano pasó de los 48 a los 74 años, y de los 52 a los 80 en una mujer.
Razones del envejecimiento
Son diversas las razones que explican un envejecimiento acelerado de la población. Por ejemplo, para Carlos Cano, profesor del Instituto de Envejecimiento de la Universidad Javeriana, tiene que ver principalmente con cambios culturales y educativos. En la medida en que más personas reciben información sobre salud sexual y métodos anticonceptivos, y también hay menos prejuicios religiosos, las familias son más pequeñas. Esto, especialmente, en la región cafetera y en Antioquia, donde en el siglo pasado la religión jugó un rol tan fundamental en la composición de los hogares.
Por su parte, para la docente de arquitectura de la Universidad Pontificia Bolivariana, Diana Catalina Álvarez Muñoz, el fenómeno también está relacionado con los altos costos de la calidad de vida y los requerimientos de lo que se considera buena crianza o crianza responsable en esta época.
“Esto hace que la manutención de cada hijo sea considerada hoy mucho más costosa que en el pasado e influye en el número de hijos por familia”, señala. Además, anota otros motivos como las amenazas por recesiones económicas, la crisis ambiental y la incertidumbre que dejó la pandemia del covid-19.
En cuanto por qué el cambio en Medellín está siendo más rápido que en el resto del país, Álvarez Muñoz hace énfasis en las secuelas que han dejado la violencia y el conflicto armado. Desde los años ochenta y noventa, dice, el asesinato de jóvenes (sobre todo hombres entre los 14 y 25 años) en el marco del narcotráfico en Medellín transformó drásticamente la posibilidad de conformar parejas que pudieran proyectarse como familias con hijos y provocó una mayor incertidumbre sobre el futuro que en el resto del país.
Además, a partir de principios del siglo XXI la violencia de guerrillas, grupos paramilitares y las derivaciones de negocios ilícitos también ha afectado negativamente la posibilidad de soñar con un futuro familiar y sentir esperanza con respecto a la procreación, en un escenario de riesgos de reclutamiento, perfilamiento, desplazamiento y muerte entre los jóvenes.
“Los informes sobre el conflicto hablan de que Antioquia ha puesto cerca del 40% de las víctimas del conflicto armado en Colombia (dentro de los casi 10 millones de personas reconocidas oficialmente por el Registro Único de Víctimas – RUV entre 1985 – 2018) y en Medellín, particularmente, se calcula que han sido más de 350.00 las víctimas. Esto nos da una idea de la cantidad de viudas, huérfanos o jóvenes sin proyectos de vida asociados a la natalidad”, agrega la experta.
Finalmente, la profesora también señala que el fenómeno reciente de la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes en un contexto donde Medellín se ha vuelto un destino apetecido para los depredadores sexuales, puede estar reforzando el control de embarazos, muchas veces por las mismas mujeres jóvenes y otras por quienes se lucran del delito de la trata de personas. “Cada causa es más dramática que la anterior y todas demandan políticas públicas que protejan, sobre todo, a las mujeres y las posibilidades de proyectar sus propias vidas”, concluye Álvarez Muñoz.
Los cambios como ciudad
Más allá de las consecuencias evidentes que tiene una población envejecida para su sistema pensional y productivo, la ciudad deberá enfrentar en los próximos años cambios sociales, culturales y también de infraestructura para enfrentarse a esta nueva realidad.
Por ejemplo, desde Medellín Cómo Vamos señalan que los cambios en la composición de los hogares ha llevado a que cada vez haya más hogares monoparentales (que para ser estrictos deberían llamarse monomaternales), lo que implica mayores responsabilidades del cuidado para las mujeres.
Esto, sumado a un déficit habitacional (más de 230.000 viviendas nuevas se necesitan en Medellín), en una ciudad donde cada vez se requieren más viviendas para que vivan familias más pequeñas, pero en la que no hay suelo disponible.
Una ciudad con menos niños y niñas, como señala Álvarez Muñoz, deberá tener espacios públicos, como calles, plazas o parques, diseñados para las actividades que realiza una población adulta y cada vez mayor, más accesibles y seguros. Además tendrá no solo menos guarderías, colegios y universidades, sino más servicios de atención médica y geriátrica, y en ese sentido también deberá haber un cambio en la priorización de las políticas y los programas sociales desde el Estado. Llevamos décadas intentando tener una sociedad donde los niños y jóvenes puedan llegar a viejos. ¿Podremos darles una vejez digna?