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De tesoros naturales en Antioquia, y sus riesgos

DIEGO ZAMBRANO BENAVIDES

En los meses lluviosos, las costas de municipios como Necoclí y Turbo se llenan de crustáceos que por naturaleza cumplen el ritual de aparearse de cara al mar. Desfilan por centenares de caminos hacia la arena.

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Este ciclo se puede observar sobre todo entre abril y mayo y se conoce como la “marcha del Cangrejo Azul”. Una especie que desde 2014 es considerada por el Ministerio de Ambiente como vulnerable a la extinción, por lo cual está restringida su caza y comercialización.

Cosa curiosa, pues también es un plato típico en los alrededores, y eso abre un debate sobre los límites entre las tradiciones de un pueblo y la conservación natural. Es un tesoro animal del Urabá antioqueño y, su cuidado, uno de los problemas que enfrentan las autoridades en la zona.

Mientras el crustáceo marcha en la parte baja, en lo más alto de la Serranía de Abibe, en la misma región, se divisa la U que compone al Golfo de Urabá en su plenitud. Se ven la desembocadura del río Atrato y los manglares. Y si usted hace de cuenta que va navegando en una de las cartografías de Google Maps, podrá medir que solo 164 kilómetros separan a este ecosistema del Páramo del Sol, en Urrao. Es que como reza el lema de Corpourabá, que bien podría servir para todo el departamento, Antioquia está llena de riquezas “desde el páramo hasta el mar”

Estado de la protección y metas
Con el objetivo de preservar la fauna, entre otros menesteres, las corporaciones ambientales llevan a cabo la declaración de nuevas reservas o parques, en las cuales también se pone igual de cuidado a la vegetación. De acuerdo al Sistema Departamental de Áreas Protegidas (Sidap), cerca del 13 % del territorio antioqueño, aproximadamente 839.948 hectáreas (ha) en 88 polígonos, está caracterizado bajo estas figuras de conservación.

Para dar luces sobre la importancia de este trámite, pensemos en una zona como el Alto de San Miguel, que está a menos de 30 kilómetros de Medellín, en el municipio de Caldas, en cuyas 1.622 ha se puede encontrar el 10 % del total de la biodiversidad que existe en Colombia, según Corantioquia. También hay áreas compartidas, como el Parque Nacional Paramillo, que tiene en territorio antioqueño 136.170 ha de las 504.014 que abarca, mientras que el resto se ubica en Córdoba.

El exgobernador Luis Pérez se puso una meta que no alcanzó: llegar al millón de ha declaradas hasta 2019. En el actual Plan de Desarrollo departamental, con la premisa de que hay que enfocarse más en restaurar lo existente y reforzar el control en los polígonos protegidos, se contempla una meta de 150.000 nuevas ha, para llegar a un total de 989.948 ha, es decir, un 15,5 % de la extensión de Antioquia.

Sin embargo, no todas las entidades ambientales contemplan agregar más áreas. Corantioquia y Corpourabá tienen algunos proyectos, pero Javier Parra, director de Cornare, explicó que la tarea en el Oriente es actualizar los planes de manejo, que son el marco regulatorio de esas zonas y, en últimas, son la hoja de ruta que incide en el verdadero cumplimiento de la conservación.

En ese sentido, Cornare trabaja en dos frentes: la capacitación de 216 líderes en 18 municipios, para que desarrollen un rol de educadores y vigilantes de la naturaleza; por otro lado, para erradicar las malas prácticas del ecoturismo, se adecuarán tres Centros de atención, de información y cultura ambiental, Caicas, que son casetas donde se implementará un trabajo pedagógico con visitantes en los municipios de Cocorná, San Francisco y El Carmen del Viboral. A la par, la corporación proyecta la restauración de 10.000 ha y la siembra de cuatro millones de árboles.

Riesgos que enfrentan las áreas
El principal riesgo en la jurisdicción de Corantioquia es la deforestación (ver recuadro), que también impactó 912 ha en los 26 municipios donde actúa Cornare, en el Oriente antioqueño. Allí, además, enfrentan la desbordada expansión de la planta invasora Ojo de Poeta.

Parra indicó que esta especie, que asfixia a la vegetación sobre la que crece, debe ser erradicada manualmente. El año pasado se llevaron a cabo varias jornadas, pero no parecen suficientes, por lo cual investigan junto a universidades la manera de controlar el problema a través de otras alternativas biológicas.

Y volviendo al tema de la caza, esta no afecta solo al cangrejo azul o a la zona costera de Urabá. También ocurre muy cerca a la ciudad.

Luz Marina Zuluaga, profesional de la Secretaría de Medio Ambiente de Medellín, señaló que con cámaras trampa han observado el paso de ocelotes por las laderas. Para cuidarlos —porque sí, los están cazando— la alcaldía dispone de 34 guardabosques que custodian la naturaleza en la parte rural del municipio. Cabe recordar que el Área Metropolitana registra que en el Valle de Aburrá habitan 420 especies de aves, 100 de mamíferos y al menos 40 de anfibios y reptiles. Varios requieren protección.

De vuelta a las cercanías del mar, Elizabeth Ortiz, coordinadora de Áreas Protegidas en Corpourabá, reveló que los riesgos más latentes en la jurisdicción están relacionados con la expansión agrícola y con la minería ilegal, que van devastando ecosistemas. Además, en la ensenada de Rionegro (Necoclí) no han podido identificar a qué se deben los incendios de gran magnitud que azotan la zona.

Ortiz también llamó la atención sobre la construcción de tres proyectos portuarios en Urabá, pues si bien pueden contar con los permisos, ya de por sí uno de ellos, el Darien International Port, implica la reducción de 159 ha en el área protegida de la Ensenada de Rionegro. “Alteran los ecosistemas, pero igual estamos pendientes de que esos desarrollos no generen tantas alteraciones”, subrayó.

***

Hace tres años, en enero de 2017, EL COLOMBIANO publicó el artículo Plantas y animales fantásticos: dónde encontrarlos en Antioquia. Un forista preguntó el porqué ubicarlos en un mapa si eso pondría en riesgo su existencia. Quizás una respuesta tardía podría ser que es mejor mostrar la riqueza existente y así exponer que, por la mano del hombre, se está perdiendo.

CONTEXTO DE LA NOTICIA
EL FLAGELO DE LA DEFORESTACIÓN
Entre 2010 y 2018, según un informe de Corantioquia incluido en el Plan de Desarrollo departamental, Antioquia perdió 154.265 hectáreas de bosque. La Gobernación identificó que el fenómeno azota, sobre todo, regiones como el Nordeste y Bajo Cauca, aunque hay municipios de otras zonas que también sufren este problema.

Entre las localidades más afectadas están: Remedios, Segovia, Yondó, Zaragoza e Ituango. Los cultivos ilícitos, la expansión agrícola y la minería ilegal serían las principales causas. Ana Ligia Mora, directora de Corantioquia, explicó que en las poblaciones más afectadas la entidad desarrolla programas comunitarios para que exista una gestión sostenible, “para que las comunidades sepan cómo pueden hacer un uso racional, bajo un proceso legal, y a la vez apoyarlos en la búsqueda de otras alternativas de ingreso diferentes a la tala y venta de madera”. De igual forma, para los 80 municipios en jurisdicción de la corporación se fijó la meta de sembrar 12 millones de árboles, en su mayoría nativos, pero también algunos frutales.

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