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Internacional

Conmovedoras cartas desde Ucrania que son testimonios de la guerra

POR MAURICIO LÓPEZ RUEDA

Tres jóvenes ucranianos cuentan cómo están viviendo la guerra, una desde Medellín y los demás desde las ciudades sitiadas por Rusia.

TOMADA DE:https://www.elcolombiano.com/

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Es el vigésimo séptimo día de la guerra en Ucrania. Rusia tiene cercada Mariúpol y dio un ultimátum a las tropas ucranianas de esa ciudad y a los guerreros voluntarios que han llegado desde otros países para que abandonen las armas y salgan del territorio.

Las tropas de Putin quieren tomar el control del mar de Azov y unir las regiones independentistas del Donbas con Crimea. Sin embargo, la resistencia ucraniana ha sido férrea y los francotiradores todo un obstáculo para el ejército invasor, por lo que tomar la ciudad no ha sido posible en los tiempos predeterminados por Rusia.

Los bombardeos continúan en la capital Kiev, y las noticias hablan de más bajas civiles, destrucción de centros comerciales y edificios de apartamentos. Ya han salido más de tres millones y medio de ucranianos por las fronteras de Rumania, Polonia e incluso Bielorrusia, país aliado del régimen de Putin.

Los tres testimonios que podrán leerse a continuación están escritos en primera persona y dan cuenta de lo duro que es vivir una guerra, ya sea dentro del mismo país o a miles de kilómetros de distancia.

A Olexander lo conocí en un viaje a Europa, el año pasado; a Antonina en Medellín, mientras que Anastasia es una amiga de Antonina que quiso enviar su testimonio para ayudar a comprender la grave situación de los civiles ucranianos, quienes hasta enero vivían alegremente y en paz, y que ahora tratan de sobrevivir en refugios improvisados o en los heredados de la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos se han puesto a salvo en otros países, pero la gran mayoría siguen resistiendo desde las barracas

La resistencia de Olexander

Amigo colombiano, perdona escribirte tan tarde. He estado defendiendo mi país, pero ayer el Ejército me envío a casa, y hoy estoy en camino a Italia. Recibí un disparo en el pie derecho, así que quizás no vuelva a montar en bici durante un largo tiempo, pero qué importa.

Te recuerdo con cariño, y espero que tú a mí también. Recuerdo que nos vimos en Luz Ardiden, durante el Tour de Francia. Tú estabas al lado de los familiares de Jonas Vingegaard, el joven danés que quedó segundo, detrás de Pogacar. Yo estaba sentado en la montaña, esperando el paso de los ciclistas, y tú pasaste grabando con tu celular, te chocaste conmigo y me ofreciste disculpas. Yo te di una cerveza, y ambos comenzamos a reírnos.

Es todo muy extraño, porque en ese Tour no hubo ningún ucraniano. Yo estaba allí acompañando a un amigo kazajo, del Astana, y tú estabas con la prensa colombiana.

Míranos ahora, hablando de guerra en vez de ciclismo. Ay, cómo me gustaría tomarme una cerveza viendo ciclismo.

Te cuento que mi ciudad, Kiev, está muy destruida. El suburbio donde vivo, Irpin, está desolado, aunque no abandonado como dicen los medios. Mis padres siguen allí, escondidos en las profundidades de la tierra. Suerte que el Metro es subterráneo. Yo quiero regresar, pero no me lo permiten. Me enviaron con las personas evacuadas y me dicen que irán por mis padres y los demás habitantes de Irpin, que pronto los veré.

Tengo 28 años Mauricio, apenas 28 años, y nunca había vivido algo como esto. Mis recuerdos son recorriendo el malecón del Dnipro y yendo a los bares con mis amigos, para ver al Dynamo, o para ver ciclismo. ¿Recuerdas que te dije que Padun es mi amigo?, pues bueno, ahora está con el Education de Rigo Urán, que es amigo tuyo. La vida da vueltas muy extrañas.

¿Tú has tenido un arma entre las manos? Bueno, yo nunca había portado una, hasta el 25 de febrero, un día después del comienzo de la invasión. No me podía quedar con los brazos cruzados. El primer día tuve miedo, mucho, pero al segundo vi como un misil destruyó una torre de televisión y se me vinieron las lágrimas, entonces les dije a mis padres que iría a luchar, y fui, tomé un arma, y luché hasta hace unos días, cuando me hirieron y quedé sirviendo para nada.

Solo yo fui a la guerra entre mis amigos. La mayoría salió corriendo cuando empezó todo. La verdad, me siento como la única rata que no abandonó el barco, pero no los juzgo, si te soy sincero, nadie espera esto, hasta que pasó.

Me gustaba mucho ir a Bucha y a Boryspil, allí tenía amigos. También me gustaba ir a caminar al parque Mariinsky, y al parque Gloria. Allí están los museos de la Primera y Segunda guerras mundiales, y el museo de la hambruna. Ahora todo está bombardeado y los pocos que quedan se esconden en los baños y en los sótanos. A muchos les he dicho que luchen, pero el miedo es terrible, te paraliza. No creo que se desate una tercera guerra mundial, pero nunca se sabe, Putin es un loco maniaco, y los rusos no se levantan, cada vez lo apoyan más.

Si todo acaba, y vuelves a Europa, espero verte en alguna carretera. Espero no llegar cojeando.

Con cariño, tu amigo Olexander Kachinstsky.

La impotencia de Antonina

Los primeros días fueron los más duros. Vine a Medellín para reforzar mi español, y porque me gusta mucho Suramérica, pero tengo tiquete para volver a Ucrania en abril. Jumm, pensar que todo estaba bien en enero, cuando llegué, y ahora hay una guerra y mi país está siendo destruido.

He llorado mucho, por la impotencia. Estar tan lejos y no poder hacer nada. Estuve muy angustiada al principio. Mis amigos me contaban de las alarmas constantes, como si el cielo se abriera y por el pasaran volando los ángeles del Apocalipsis. Sirenas de día y de noche, y la gente corriendo hacia todas partes, buscando refugio, mientras los rusos pasan por las calles en sus tanques y en sus camiones.

Es doloroso porque es bestial, nadie en sus cabales podía imaginarse algo así, Putin está loco.

Te confieso que, cuando vine a Medellín, me sentí extraña. Pensaba: ‘Cómo puedo estar aquí, una de las ciudades más peligrosas del mundo’, pero mira, ahora me siento en un lugar seguro, y es mi país, tan tranquilo hasta enero, el sitio donde nadie quiere estar.

Soy psicoterapeuta, y eso me ha ayudado. En los últimos días, cuando me han contado de las destrucciones de escuelas, iglesias y centros comerciales, me he dedicado a apoyar a mis compatriotas a través de las redes sociales. Les ayudo a superar lo que está pasando, aunque mi corazón se desgarra por dentro.

Yo he viajado mucho, y mi hermana también, ella está en Canadá, con mi madre. Jamás pensé que no podría volver a mi país, jamás pensé que podría perder todo mi pasado.

Si algún día vuelvo, ya no veré las mismas calles que antes, ya no podré visitar los mismos parques que conocí como estudiante, ya no podré visitar algunos museos o algunas bibliotecas.

Ya son muchos días de la guerra, ya ha pasado casi un mes desde que comenzó, y no parece que el final esté cerca.

Si estuviera allí, no puedo asegurarlo, pero tal vez haría parte de la resistencia. Me gustaría defender a mi país, aunque jamás he tomado un arma. No puedo pensar en otra cosa más que en ayudar, de la manera que pueda, pero es muy difícil estar lejos y ver cómo destruyen todo lo que has conocido. Siento que destruyen parte de mi vida.

La experiencia de Anastasia

Hola, soy Anastasia, amiga de Olexander y también de Antonina. Supe que ella está viviendo en Medellín, tu ciudad, y que su familia ya salió de Ucrania. Me alegro por ellos.

A continuación, respondo a tus preguntas, aunque para mí no es fácil sentarme a pensar en estos momentos, ni aun siendo bibliotecóloga. Estas horas, estos días, me la he pasado llorando, y rabiando, porque siento mucho odio por el enemigo, por Rusia, por Putin.

Nosotros vivíamos en paz, y no sé por qué, de un momento a otro, el vecino gigante nos ataca. Bueno, sí sé, todos sabemos. Putin quiere reconstruir un imperio, y obtener muchos recursos minerales que le pertenecen a Ucrania. Es injusto, es grotesco, es criminal.

Mauricio, todo está muy mal, Ucrania está mal, el mundo está mal. En mi ciudad, Starobilsk, en la región del Donbas, bombardearon la guardería y otros edificios. Nadie murió, los niños estaban resguardados, pero fue algo doloroso.

Siempre hemos creído estar listos para cualquier ataque, sobre todo desde la experiencia de las revueltas de Kiev, pero, la verdad, nunca se está listo para la guerra. Los días previos la pasamos angustiados, escondidos en las cocinas o en los baños. Y esa madrugada del 24 de febrero fue horrible. Cuando empezaron a sonar las alarmas yo estaba preparando café, y dejé caer todo al piso. Mis manos temblaban. Luego se escucharon disparos de misiles, y más tarde, los fogonazos de los rifles. Yo me abracé a mi esposo y me puse a llorar, pero luego me calmé y empecé a llamar a mis familiares.

Mi madre tiene una panadería muy antigua en el Callejón Petrovski, y ella siguió produciendo pan a pesar de los estallidos. Me decía: “Hija, la gente va a tener hambre, y los panes pueden curar esa hambre”. Mi madre ha hecho panes desde el principio, y los regala a los vecinos.

Como bibliotecaria he tratado de aportar para ayudar a los demás. Como tengo conocimientos de tecnología, he trabajado en filtrar la información, para combatir las falsas noticias. También he ayudado a buscar, por internet, a personas desaparecidas, y a conectar a los ucranianos con amigos y familiares en otras partes del mundo. ¿Qué más puedo hacer?

Nunca había tenido que correr a un refugio antes del 24 de febrero de 2022. La ciudad estaba lista para una guerra. Tenemos refugios antibombas para proteger a las personas que están ahí desde la Segunda Guerra Mundial, pero desde el 24 de febrero esos no son lugares seguros, porque estamos en la periferia, y por ahí pasan los tanques rusos. Pero resistimos, somos personas que entendemos que es importante proteger al país y echar a los rusos de aquí.

El día antes de la guerra fue de mucha ansiedad y de miedo. Comenzamos a recoger los libros antiguos, o raros, para esconderlos en los refugios. Nos entregaron nuestros registros laborales para esconderlos. Nos llevamos los aparatos valiosos, los que habíamos solicitado para hacer pódcasts sobre los libros, sobre conferencias, para desarrollar la biblioteca. Nos llevamos todo en nuestras mochilas y nos fuimos a casa, llorando, ríos de lágrimas. En la tarde vi una película noruega con mi esposo, los dos lloramos, era el último día antes de la guerra.

Queríamos hacer un documental sobre el territorio de Lugansk, sobre el florecimiento de las flores en verano. Es algo hermoso, pero ya no podremos hacerlo.

Los rusos que han llegado son imbéciles, paletos, gente basura. Arrasan los jardines, cortan los árboles e intimidan a las personas. Presumen de sus armas, dan asco. Cuando iba con mi marido por las compras, hace tres días, casi chocamos con un tanque ruso. Luego llegó una columna rusa e intentaron organizar puntos de control, pero luego se fueron a los mercados, a robar comida y bebida. Por la tarde se fueron a divertirse, y disparaban por diversión, y reían, mientras los ucranianos lloraban por sus pérdidas, por los edificios caídos, por los muertos, y estas escorias disparaban por diversión.

Los rusos son presos de su dictador, de su régimen. Estoy segura de que están acá para tacharnos de su historia. Me sorprende que los rusos, los ciudadanos, estén de acuerdo con esta devastación. Va a desaparecer Donbas, donde íbamos a hacer otro documental. Ellos, si los dejan, desaparecerán el resto del mundo si es posible.

Como en todo momento adverso, hay cosas por rescatar, cosas inspiradoras. Estoy asombrada, por ejemplo, con los muchos voluntarios que vienen de otros países a luchar por Ucrania, por la cultura ucraniana. Al agresor no le importa quién eres, y así podría pasar con otro país, con Polonia. Nuestra historia no es clara para el mundo, solo para nosotros, y por eso Rusia nos ataca, porque la gente no entiende y por eso no nos apoya, sin embargo, han llegado muchos voluntarios. Así y todo, somos valientes, y estoy segura de que no habrá tercera guerra mundial.

En mi ciudad murió una mujer hace poco. Fue doloroso. La encontraron bajo los escombros de una calle arruinada. Su marido no pudo salvarla. En nuestro barrio, El Centésimo, que es muy famoso, todo quedó destruido. Yo estoy rezando por los amigos que están luchando en el frente, en la guardia nacional, en Kiev y en Donbas. Les estamos dando una paliza, pero tenemos que cuidar a los niños y a los adultos mayores. Yo estoy cuidando a mis familiares, pero muchos de mis amigos están arriesgando la vida en el frente.

Quisiéramos que los periodistas rusos vinieran a ver lo que pasa, y me gustaría atarlos a los robles para que vieran lo que está pasando. No sé, no tengo otras ideas.

Vivo en Starobilsk desde 2006. Lo que me más me gustaba de mi ciudad era esa sensación de ser libre, pero estamos a 60 kilómetros de Luganks y Donestk, y hemos sido invadidos por las tropas rusas. Mi ciudad es universitaria. Acá se ubican las universidades Nacional y Agraria de Lugansk, ambas fueron desplazadas por la guerra.

Mi universidad y mi lugar de trabajo, la Biblioteca de Oblesk, también tuvo que ser desplazada. Salvamos muchos libros, pero el edificio está en ruinas. Llevaba trabajando allí seis años, y ahora me duele que, cuando regrese, ya ni siquiera exista el café de la entrada, donde me sentaba con mis amigos a hablar de literatura, de arte.

Ayer, Facebook me mostró un recuerdo de hace un año. Tuvimos un encuentro con los escritores ucranianos. Nos llevaron regalos, juegos y libros. Fue un día maravilloso. La biblioteca no es muy grande, así que tuvimos que alquilar otro espacio. Llegaron más de 100 invitados para escuchar a los escritores. Increíble recordar eso y ahora estar en guerra y con todo alrededor destruido. Organizamos muchos recuerdos caseros. Mis recuerdos son del trabajo, porque el trabajo es mi terapia intelectual y espiritual.

Éramos felices compartiendo ideas. Hasta que el 24 de febrero nos despertamos con el sonido de una explosión en la región de Shajtarsk. Y entonces el gobernador de Oblast ordenó la inmediata evacuación. Todo cambió ese día. Hubo muchos bombardeos ese día, atacaron la población civil, y nosotros nos escondimos en un sótano.

Intentamos ordenar nuestros pensamientos, pero todo lo que hacemos es protegernos. Rusia tiene títeres en Ucrania, y sabíamos que el ataque iba a ser cruel, pero no sabíamos que iba a ser tan repugnante.

Gracias Mauricio, por escucharme. Ojalá tu país te brinde la paz y la tranquilidad que a nosotros nos han arrebatado.

Desde Ucrania, Anastasia Vorovioba

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