Campesinos en el Catatumbo enfrentan una nueva invasión del ELN, que intensifica su control territorial y terror.
En el Catatumbo, región ubicada en la frontera entre Colombia y Venezuela, la violencia protagonizada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sigue cobrando víctimas entre los campesinos que, tras haber sido desplazados por el conflicto armado, intentaron regresar a sus tierras.
Sin embargo, al llegar a sus fincas, descubrieron un panorama devastador: los guerrilleros han tomado posesión de sus propiedades, sembrando minas antipersona y ocupando las viviendas, mientras imponen su ley en la zona.
Según información revelada por Semana, los cabecillas del ELN han ordenado nuevas tácticas de control territorial, que incluyen el despojo de tierras y la siembra de artefactos explosivos para sembrar el terror en las comunidades. Esta fase de la guerra no solo busca afianzar el poder de la guerrilla en el Catatumbo, sino también frenar el retorno de los campesinos que se identifican con las políticas de las disidencias de las Farc, especialmente la estructura 33.
Juan Guillermo, un campesino de la región, vivió en carne propia la invasión a su finca, mencionó Semana. Tras huir a Cúcuta a raíz de los combates, intentó regresar a su hogar esta semana, solo para encontrar a los guerrilleros ocupando su propiedad. “La guerrilla nos justificó que la invasión a la casa fue por seguridad”, relató. Pero según un presidente de una junta de acción comunal, detrás de esta justificación se oculta otra realidad: “El ELN nos ha ido a recoger las cosas, (y) se están metiendo a saquearlas porque, según (ellos), están haciendo posesión de posesión las fincas que le pertenecen a las Farc. Se están tomando la ropa, las colonias, todo.”
La situación no solo afecta a quienes ya han sido desplazados, sino también a aquellos que aún residen en las zonas rurales. Se ha reportado que las milicias del ELN están realizando a cabo investigaciones en los refugios de desplazados en las zonas urbanas, buscando identificar a aquellos que podrían estar relacionados con las disidencias de las Farc. “Los distingue fácilmente en Cúcuta. Están observando quiénes fueron los que se salieron del Catatumbo”, comentó una de las víctimas del conflicto.
El impacto de esta violencia va más allá del desplazamiento forzado. Según testimonios de habitantes de la región, algunos se ven obligados a abandonar su tierra por la presión del ELN, que les impone su ideología y castiga a quienes se oponen. “Lo que están haciendo es someternos. Si no aceptas su política, te quitan el teléfono, no puedes comunicarte durante un año. Después hacen un balance de si eres ‘agradable’ para seguir viviendo allí o si te desplazan o te matan”, denunció un líder social a la revista.
Además de las tácticas de control social, el ELN ha intensificado la utilización de artefactos explosivos improvisados (AEI) en el Catatumbo. El capitán Julián David Benítez, comandante del grupo de manejo de explosivos de la Segunda División del Ejército Nacional, informó que en el municipio de Tibú se encontraron más de 2,600 artefactos que podrían haber causado una tragedia de gran magnitud. “Estos artefactos no discriminan, pueden afectar tanto a la fuerza pública, a la guerrilla, a niños o animales”, advirtió el oficial.
El incremento de estos explosivos en las carreteras del Catatumbo, junto con la violencia y el desplazamiento masivo, ha generado un clima de terror en toda la región. Según la Gobernación de Norte de Santander, más de 52.000 personas se han desplazado, mientras que las autoridades siguen luchando por recuperar el control de la zona.
El ELN, por su parte, continúa fortalecido por el negocio de la coca, principal fuente de ingresos en el territorio, y ha redoblado su control sobre las rutas del narcotráfico.
En medio de esta crisis, los desplazados viven una situación desesperante. Muchos no tienen acceso a ingresos y desconocen qué futuro les depara. Los colegios permanecen cerrados, el personal de salud recibe amenazas y los comercios no logran reabrir. A pesar de los esfuerzos de las Fuerzas Militares por recuperar el territorio, el futuro de los campesinos sigue siendo incierto, mientras el conflicto entre el ELN y las disidencias de las Farc se intensifica.
La situación empeora a medida que el conflicto se recrudece, y las autoridades enfrentan la tarea titánica de frenar la expansión de los grupos armados en una región que, más que nunca, necesita una solución pacífica y duradera. Sin embargo, mientras el territorio siga siendo un botón de guerra, el sufrimiento de los campesinos parece no tener fin.