Maryi Ramírez Rocha fue criada por una pareja danesa y está buscando a Luz Mary Rocha, su madre biológica.
Ni recuerdos, ni memorias, ni fotografías, solo un documento del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) es lo que tiene Maryi Ramírez Rocha de su madre biológica, una colombiana de la que solo se sabe su nombre y de quien, tras una exhaustiva búsqueda, se conoce que nació en El Castillo (Meta).
A pesar de los desafíos, Maryi ha perseverado en su búsqueda por años, sin perder la esperanza. Ahora, siendo madre, su anhelo de encontrar a la mujer que la trajo al mundo es más fuerte que nunca. Sueña con el día cuando su hija pueda conocer a su abuela, un reencuentro que para ella sería el mayor regalo.
Ingresada al ICBF: su información personal
El 20 de noviembre de 1990, Maryi Ramírez ingresó al ICBF por peligro físico. En los registros oficiales, su madre figura como Luz Mary Rocha, una joven de 23 años. El presunto padre, José Antonio Ramírez, aunque identificado en los documentos, nunca estableció ningún vínculo con la niña y tampoco se presentó ante el juzgado durante el proceso de adopción.
El destino de Maryi parecía solitario; ningún familiar cercano acudió a verla. Por ello, desde agosto de 1991, estuvo bajo el cuidado de Marleny Rúa Giraldo, una madre sustituta que la acogió como suya hasta que fue adoptada por una pareja danesa, la cual la llevaría a una nueva vida lejos de su tierra natal.
Los informes del trabajador social describían a Maryi como una niña común y corriente, cuyo nacimiento transcurrió sin complicaciones. No presentaba ninguna enfermedad física o mental y su desarrollo psicomotor era el adecuado para su edad. Sin embargo, destacaba por algunos rasgos únicos: un lunar en el cuello y otro en el brazo, pequeñas marcas de identidad, las cuales una de ellas fue borrada por temas de salud.
A sus tres años, ya mostraba una personalidad curiosa y despierta. Reconocía a las personas que la rodeaban, sabía el nombre de los objetos, y su lenguaje era claro. Siempre estaba atenta a lo que sucedía a su alrededor, no rechazaba la comida y disfrutaba con entusiasmo de los paseos, el juego, la música y el baile.
Un nuevo comienzo para Maryi en una familia multicultural
En 1991, Marleny, la madre sustituta de Maryi, ya no podía cuidar porque se encontraba en embarazo. Para entonces, una pareja danesa llegó a Colombia con la ilusión de agrandar su familia.
La adopción de Maryi la pusieron en alta prioridad y la adelantaron. Los papás adoptivos de ella solamente recibieron una foto de antemano antes de viajar a Colombia. Maryi señala que “en esa fecha, la situación política del país estaba muy tensa por las guerras y poco antes de subirse al avión no estaba claro si la niña podía viajar o si todo se posponía”.
En octubre de ese mismo año, la justicia colombiana oficializó la adopción, otorgándoles la custodia de la pequeña.
Maryi señala que su historia es la de muchísimas personas que durante ese año fueron adoptadas por extranjeros, pues en el camino de su búsqueda se ha encontrado con adultos colombianos que también esperan encontrar a sus padres.
Después de dos semanas de que fuera dada en adopción, viajó con sus padres adoptivos a Dinamarca, donde comenzó una nueva vida. Y aunque volaron a miles de kilómetros de distancia, sus nuevos tutores nunca le negaron sus orígenes y sus raíces.
Tiempo después, los padres adoptivos decidieron que querían adoptar en Colombia nuevamente, pero unos cambios en ley se lo impidieron y adoptaron a un niño de Corea del Sur. Por lo que, Maryi creció junto a su hermano coreano, en una familia multicultural que la rodeó de amor.
Desde entonces, iniciaba un gran desafío con tan solo 4 años de edad, uno que la perseguiría el resto de su vida: enfrentarse a preguntas sobre su propia vida de las cuales no tenía respuesta.
“Cuando estaba en el kínder, los niños me preguntaban sobre mis orígenes y me preguntaban que por qué era tan diferente a mis papás”, asegura en una entrevista con EL TIEMPO.
Los años de colegio en Dinamarca no fueron fáciles. Se sentía angustiada cuando sus compañeros mencionaban frases como: “Esa costumbre la tengo de mi papá o de mi mamá”, porque ella no podía compartir esas experiencias.
Maryi no recuerda el momento exacto cuando le surgió la necesidad de buscar a su madre biológica, pero admite que fue en la adolescencia cuando esa urgencia se hizo más fuerte.
“En la adolescencia uno empieza a razonar más y crecieron las ganas de conocerla. Trataba también de conocerme a mí misma”, cuenta en EL TIEMPO.
A los 14 años, su familia y ella se mudaron a Alemania. A pesar de tener una vida estable al lado de sus padres adoptivos, el peso de no conocer sus orígenes afectó su bienestar emocional y psicológico.
Tengo mis demonios. Hay semana en las que estoy excesivamente feliz, pero eso puede cambiar repentinamente, por cualquier razón. Vivo mis emociones al extremo”, señala Maryi.
Para la mujer, lo más difícil es la sensación de sentirte sola entre miles de personas. «Es una sensación que llega muy de repente y es muy común entre personas adoptadas. Puedes estar rodeada de gente y llevar una vida muy social, pero de repente te sientes demasiado solo”, dice.
Cuando cumplió sus 15 años se fue a vivir sola. Siempre fue muy independiente. El hecho de ser adoptada la marcó profundamente, hasta el punto de vivir con un miedo constante a perder a las personas que ama. “Por eso prefiero rechazar a personas cercanas, por el miedo de perderlas”.
Aunque vivió con ese vacío, logró estudiar como una niña normal, se graduó del colegio y, posteriormente, de la universidad, superando las dificultades con tenacidad.
Con todo y sus demonios, como ella los llama, ha aprovechado las oportunidades que la vida le ofreció y se convirtió en una persona resiliente. Antes de dar a luz a su hija, el 9 de marzo de 2024, trabajaba en una importante empresa que gestiona inversiones y fondos de ahorro para empresas y personas privadas.
Buscando una mamá, una carta de amor para alguien que nunca conoció
A finales del 2018, la necesidad de Maryi se convirtió en acciones: empezó la búsqueda de su madre.
Decidida a descubrir sus raíces, comenzó su búsqueda. Ese mismo año, se inscribió en la base de datos de MyHeritage, y en 2023 hizo lo mismo en Ancestry. También en 2018, junto a su amigo Robin Heirich, envió su historia a un programa de televisión alemán especializado en reunir a familias perdidas, pero no obtuvo respuestas, a pesar de que ella los volvió a contactar.
Un año después viajó a Colombia con una amiga que tiene familia en Cali para conectar con su tierra. Cuando llegó al país señaló que tuvo una sensación indescriptible, como si hubiera llegado a su hogar y como si no pudiera acceder a un recuerdo que tenía presente.
La forma de ser de la gente tan abierta, tan cálida y tan alegre, reflejaban su propia esencia. A ella desde siempre le encanta bailar. Como creció en Europa no fueron los bailes típicos latinoamericanos los que aprendió. Empezó con los bailes estándar, daba clases a niños y recientemente empezó a aprender a bailar salsa hasta poco antes de dar a luz.
De regreso a Alemania, intensificó su búsqueda, esta vez con mayores recursos y el apoyo incondicional de sus amigos. Robin Heirich y Alejandra Gnecco compartieron su historia en plataformas como Facebook y X, buscando conectar con personas en Colombia que pudieran tener alguna información.
Heirich se encargó de las traducciones necesarias para facilitar las comunicaciones con las entidades, mientras que Gnecco, periodista de profesión, utilizo las redes sociales buscando que la búsqueda de Maryi hiciera eco, hasta llegar hasta su madre que hasta ahora no ha dado pistas.
El abogado José Gnecco, padre de Alejandra, también se comprometió con la búsqueda. Realizó las investigaciones pertinentes para encontrar la pista clave que llevaría a concluir que la madre de Maryi podría ser residente de El Castillo, Meta, el lugar que la vio nacer, según el registro civil aportado por el abogado a la investigación.
“Varias personas han estado pendientes y han tratado de ayudar por Facebook. Han mandado documentos y nombres, pero no hemos llegado a nada por esta vía”, agrega Robin Heirich en una entrevista con EL TIEMPO.
Han estado en contacto con varias registradurías en Villavicencio y con ello llegaron a la información de que en un pueblo llamado El Castillo, en Meta, supuestamente, está la madre y los familiares de Maryi.
Según información entregada por Heirich a EL TIEMPO, “la investigación se ha visto truncada debido a la situación de orden público que vive el municipio en el Meta. Explosiones y ataques se han presentado de forma constante, incluso hasta desbordamientos de ríos y el cierre de carreteras que han mucho más difícil el acceso a este lugar”.
Tras cinco años de búsqueda, Maryi guarda en su corazón la esperanza de encontrar a la mujer que le dio la vida, siendo su lucha diaria, junto con sus pensamientos, la carta más sincera de amor para la mujer que espera encontrar.
“Querida mamá, estoy muy agradecida por la buena vida que he recibido y te doy las gracias de todo corazón por ello. Siempre estás en mis pensamientos y en mi corazón, y rezo para que estés bien. Mi mayor deseo eres tú, conocerte y mostrarte a tu nieta. Por favor, contáctame. Tu hija que te ama”, escribe Maryi en la misiva.
Contacto:
Si alguien tiene información de la madre de Maryi o es la persona que ella lleva buscando por años, se han destinado dos canales para comunicarse: 6012439237 y maryi.ramirez.rocha@gmail.com.
GERALDINE BAJONERO VÁSQUEZ
Periodista Últimas Noticias de EL TIEMPO