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Área protegida: ¿qué sigue para el cerro Quitasol?

JUAN DIEGO QUICENO MESA

Flora y fauna endémica de este sector pierde hábitat natural ante los malos usos del suelo del cerro.

TOMADA DE:elcolombiano.com

20 consejos para enfrentar el futuro
Hay un camino en el Quitasol que une el Aburrá a un pasado tan remoto como común a todos. El recorrido Corrales, un amplio sendero empedrado que llega hasta la mitad de la ladera, ha burlado a la decadencia innata del tiempo y se ha convertido en un lazo entre el pasado (que se cree prehispánico) de quienes lo construyeron y el presente de quienes hoy lo siguen caminando. Ha sobrevivido a los incendios que amenazan con extinguir la sombra del Quitasol y será, a partir de la nueva declaratoria de área protegida del cerro, uno de sus focos de preservación.

No el único. Casi la totalidad de la imponente montaña fue incluida el pasado 17 de diciembre en una nueva área de protección llamada Quitasol – La Honda. Bajo la figura de Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI), 6.888 hectáreas serán destinadas a la conservación de la biodiversidad. Aunque los terrenos del Quitasol no son los únicos protegidos (la declaratoria incluye 17 veredas de seis municipios: Bello, Barbosa, Copacabana, Girardota, San Pedro de los Milagros y Donmatías), es Bello el protector del 45, 8 % de todo el territorio declarado.

La decisión, posible gracias a un proceso articulado entre Corantioquia, el Área Metropolitana y las alcaldías locales, podría cambiar un presente que amenaza la historia y riqueza ambiental de un cerro icónico para el norte del Valle de Aburrá.

Presiones sobre el territorio

Tal como sucede con cualquier cuerpo vivo, el Quitasol no es amigo de presiones. La fuerza e influencia que se ha ejercido sobre sus laderas para que sean algo que no son, amenaza con romper un ecosistema que, como muchas cosas en la naturaleza, es una fortaleza asentada en un delgado y frágil equilibrio.

“El estado del cerro es regular”, señala Ana Ligia Mora Martínez, directora de Corantioquia. En la mayor parte del territorio declarado hay presencia de actividades antrópicas, el término técnico para definir la intervención humana sobre un escenario natural.

“Acciones principalmente de ganadería, agricultura y urbanismo” detalla Mora, lo que ha generado pérdida de cobertura vegetal y con ello procesos erosivos: deslizamientos y caída en bloques, entre otros, lo que produce efectos en la vida que allí habita.

Catorce especies de fauna, entre ellas varias aves endémicas (que solo hacen presencia allí) están perdiendo su hábitat natural. Entre ellas, una pequeña ave de copete rojizo y naranja que vuela con alas negras y se ha hecho llamar Montañerito paisa, una especie que se creía extinta y reapareció en 2018.

“Contaminación de fuentes hídricas, urbanismo desordenado e ilegal, sistemas productivos intensivos, turismo desordenado cacería furtiva y sobreexplotación de recurso hídrico”, añade Mora, son otras presiones sobre el territorio protegido. “La declaratoria del DRMI Quitasol – La Holanda pretende disminuir las presiones y eliminar las que sea posible”, agrega la directora de Corantioquia. Para ello se planteará un Plan de Manejo Ambiental que promete cambiarlo todo.

Lo que sigue

Las autoridades del municipio de Bello celebraron la noticia, señalando que tras la declaratoria de área protegida se deberá acordar una serie de medidas y decisiones que permita cumplir lo dispuesto para proteger el territorio de la actividad humana.

Dicho plan, que deberá ser producto de una conversación entre las Alcaldías, autoridades ambientales y comunidad, deberá diseñar estrategias para la conservación de fuentes hídricas, nacimientos, cuencas abastecedoras, humedales y la biodiversidad de flora y fauna. Además del patrimonio arqueológico presente en Quitasol y los sitios de turismo como senderos, cascadas, miradores, charcos y zonas de camping.

“Es un proceso que se realizará este año junto a la gente y liderado por la autoridad ambiental”, señaló Juan David Casas, secretario de Medio Ambiente de Bello. Allí también se incluyen la paralización de cualquier proceso de urbanismo, por lo que el acuerdo de protección, confirmó Casas, fue enviado a las curadurías para que ya no se expidan licencias de construcción en el área delimitada por el polígono (ver infografía). “Las zonas de urbanismo irregular, mejor conocidas como invasión, están incluidas”. Allí la situación enfrenta más matices.

La ciudad perdida

Hay una cancha de polvo naranja quemándose al sol en Ciudad Perdida. Con sus costales de arco y un poste de luz que no es más que el tronco de un árbol sin ramas del que cuelgan cables y una lámpara improvisada, permanece solitaria. Al fondo, una línea difusa de terreno escarpado que se aplana a la fuerza del hombre. Unos palos de madera que prometen ser muros de casa y otras que ya solo esperan ser habitadas, como la de Aníbal Higuita, que pronto vivirá allí con su hija. Más al fondo, los árboles del Quitasol que sobreviven a la forzada urbanización del hombre.

“Ese es el sector de Los Tanques, uno de los últimos asentamientos irregulares y una de las situaciones más complejas que tenemos. Ya se han hecho varias notificaciones y se iniciará un proceso de presencia institucional y de fuerza pública. Es necesario controlar el crecimiento”, señala Casas, quien no niega lo que llama un “dilema ético”.

“Hay una garantía a la vivienda digna, que es el argumento de las personas que están allí. Lo que intentamos es realizar ofertas desde la dirección de vivienda para que puedan acceder a créditos de vivienda blandos”, señala antes de sentenciar: “en última instancia tendrá que haber la recuperación del espacio porque prima la protección del cerro”.

Entre las limitaciones al uso de suelo que implica conservar una área protegida está la prohibición de su urbanización. “No se genera enajenación y cada propietario sigue siendo dueño de su predio: puede disponer del mismo permitiendo que sea vendido, hipotecado, arrendado, cedido, permutado, embargado, rematado, o en general poder ser objeto de otros negocios o actuaciones jurídicas permitidas, con la excepción de hacer cambios en el uso del suelo, y las acciones al interior de este deben corresponder con las permitidas” señala Mora.

Eso para aquellos que sean dueños legales de sus predios. A las viviendas de invasión en el área protegida “se les aplicarán las normas y medidas policivas que correspondan”.

Allí la noticia de conservación del Quitasol llegó a medias. Johana Franco no sabía de ella, concentrada en coser los jeans en su pequeña fábrica de prendas. Desplazada de Caquetá, paga 300 mil pesos por una casa en la que las máquinas de coser se mimetizan con dos camas donde duermen ella y otras 5 personas. “Aquí queremos mucho el cerro. Incluso nos hemos unido como comunidad para ir a apagar los incendios que se producen y que nos afectan, porque el humo llega hasta aquí y nos asfixia”.

Las corrientes de agua que bajan tras torrenciales lluvias no son comunes, pero recuerda una que otra, lejos de su casa. La rápida urbanización del sector las ha hecho poco usuales, ante el incontrolable avance del cemento. “Vivir aquí es lo único que nos podemos permitir. Y en general, es bueno. La brisa fresca, los charcos y la vista son las cosas positivas de estar aquí”.

Entre los planes de la Alcaldía figura un posible cinturón verde que controle el crecimiento y deje claro desde dónde no se puede urbanizar más. Mientras eso ocurre las casas de Ciudad Perdida seguirán ganando terreno. “Ojalá la cancha fuera de césped, eso es lo próximo”, dice uno de los jóvenes que pasan por allí. En contraste a su solitaria existencia un desfile de niños en pantaloneta y torso al desnudo suben cargando adobes y baldes de cemento .

CONTEXTO DE LA NOTICIA
PARA SABER MÁS
ZONAS PROTEGIDAS DE LA REGIÓN
En el Valle de Aburrá existen hoy un total de 213,17 hectáreas declaradas como áreas protegidas en el contexto urbano. Ellas son: Piamonte; Cerro Nutibara; Cerro El Volador; Cerro La Asomadera; Humedal Ditaires; y Humedal El Trianón. Además de La Honda – Quitasol, Corantioquia ha declarado 19 áreas como protegidas en su jurisdicción, en las que se suman cerca de 350 mil hectáreas destinadas a preservar la biodiversidad en ecosistemas estratégicos, como bosques, complejos cenagosos y humedales. Con estos espacios se aporta a la conservación y protección de la flora y fauna de Antioquia.

 

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