El precio del dólar estadounidense en Colombia cerró la jornada del 4 de abril en un promedio de $4.273,87. Esto significó una subida de $143,86 frente a la Tasa Representativa del Mercado (TRM), que se ubicó en $4.130,01.
La divisa norteamericana tuvo un precio de apertura de $4.220,00, tocó un máximo de $4.303,00 y un mínimo de $4.220,00. Además, durante el día, de acuerdo con la plataforma Set-FX, se negociaron más de USD1.741 millones en 2.420 transacciones.
Con relación a la rentabilidad de la última semana, el dólar estadounidense registra un ascenso 2,05%, por ello en el último año aún acumula un incremento del 6,45%.
En cuanto a los cambios de este día respecto de días previos, encadenó dos sesiones consecutivas en valores positivos. La cifra de la volatilidad es manifiestamente superior a los números conseguidos para el último año (13,56%), así que está presentando un comportamiento más inestable.
Comportamiento del mercado
La jornada de este viernes trajo un cambio brusco en la tendencia del dólar estadounidense, que cerró la semana cerca de los $4.200 tras haberse acercado el día anterior a la barrera de los $4.000. El repunte de la divisa estuvo acompañado por una marcada volatilidad en los mercados internacionales, impulsada por la ofensiva arancelaria entre China y Estados Unidos, así como por un desplome significativo en el precio del petróleo Brent que alcanzó niveles no vistos en los últimos cuatro años y se ubicó en torno a los 65 dólares por barril.
El conflicto comercial entre las dos potencias se reavivó con fuerza el 4 de abril, cuando China respondió a las medidas proteccionistas de la administración estadounidense con una serie de represalias contundentes. Entre las más destacadas se encuentra la imposición de un arancel del 34% a todas las importaciones provenientes de Estados Unidos, la restricción a la exportación de tierras raras y la ampliación de la lista de empresas sancionadas por mantener vínculos con Taiwán. Esta respuesta no solo elevó la tensión geopolítica, sino que tuvo un impacto inmediato en los mercados bursátiles y cambiarios, generando una oleada de aversión al riesgo en los países emergentes y afectando especialmente a América Latina.
El peso colombiano fue una de las monedas más golpeadas, registrando su mayor caída desde junio de 2024. El aumento de la volatilidad, que llegó a marcar una diferencia de 83 pesos en un solo día, refleja la fragilidad estructural de la región ante choques externos. A esto se suma el hecho de que los ingresos petroleros, esenciales para la estabilidad fiscal y monetaria de países como Colombia, se ven directamente amenazados por el descenso del crudo, un factor que también reduce el flujo de dólares y presiona las tasas de cambio.
En paralelo a la tormenta geopolítica, Estados Unidos presentó datos mixtos sobre su mercado laboral. Las nóminas no agrícolas crecieron en 228.000 empleos durante marzo de 2025, lo que a priori parecería una señal positiva. Sin embargo, la tasa de desempleo aumentó ligeramente hasta el 4,2% debido al incremento en la participación laboral, lo que generó incertidumbre respecto a la dirección que tomará la Reserva Federal en su próxima reunión. Los futuros de acciones y bonos del Tesoro permanecieron en territorio negativo, mientras que los operadores mantienen divididas sus expectativas sobre un posible recorte de tasas en mayo. Actualmente, el mercado descuenta hasta cuatro reducciones en los tipos de interés antes de que termine el año, lo que deja a la Fed en una posición compleja entre el enfriamiento económico y el control de la inflación.
El fortalecimiento del dólar, aunque coyunturalmente impulsado por datos internos positivos, responde principalmente a su rol como refugio seguro en momentos de incertidumbre global. En este contexto, las monedas latinoamericanas sufren una doble presión tanto por factores externos como por sus vulnerabilidades internas. La exposición a las materias primas, la dependencia de los mercados internacionales y la limitada capacidad fiscal para absorber choques convierten a estas economías en las más expuestas a las turbulencias del sistema financiero internacional.
Este panorama evidencia que el comportamiento del dólar ya no puede interpretarse simplemente desde una lógica de oferta y demanda monetaria. Hoy en día, la divisa refleja la temperatura global en materia de geopolítica, comercio, energía y confianza inversora. En un mundo cada vez más interconectado y propenso a eventos inesperados, los movimientos del tipo de cambio se convierten en un barómetro de la estabilidad global.