Aunque 11 han sido recuperadas, habitantes y comerciantes exigen una solución definitiva a la inseguridad que allí se vive.
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Por un carril elevado que atraviesa la fachada del hotel Nurtibara pasa un tren del Metro de Medellín. Desde arriba se ven las imponentes obras del maestro Fernando Botero que hoy están cercadas para evitar que sean blanco de los delincuentes. Abajo, la cotidianidad no se detiene. Sobre la escultura de bronce llamada la «mujer reclimada», la turista Leidy Estrada hace lo posible por marcar un recuerdo y dice que está enamorada de los lugares tradicionales «porque me gusta Medellín y es un lugar muy lindo».
Otros madrugan a tratar de limpiar el espacio que identifica a los paisas, cómo Marta Vanegas «me gusta tener la ciudad bonita y que el usuario se sienta bien».
Pero los esfuerzos no son fáciles. En menos de un año 22 vallas que fueron instaladas para evitar hurtos han sido robadas, 11 ya fueron recuperadas. Algunas personas como Alba Herrera transitan por este lugar con temor «uno pasa como timbrado porque esto es como maluquito». En la zona persiste el contraste entre el arte, la cultura, la delincuencia y la prostitución.
La gerencia del centro aseguró que continúa una de sus etapas de transformación y pidió más compromiso de la ciudad para cuidar los espacios auténticos de Medellín, por su parte el secretario de seguridad, General (R) José Gerardo Acevedo dijo que «estamos en el componente de acompañar y blindar plaza Botero. Al término del año pasado hubo una reducción del 76% de los hurtos en esta zona».
Y concluyó diciendo que la estrategia sí ha funcionado pero el reto es bajar a cero la estadística de aspectos negativos que se reportan en este lugar emblemático.