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ARGENTINA: “Llama la atención”: cuál fue el destino final de la segunda ballena hallada muerta en el Río de la Plata

Otra ballena sin vida en la Costanera Norte Ricardo Pristupluk

ARGENTINA:

Camila Súnico Ainchil

Desde la madrugada, la Prefectura Naval y a la Fundación Cethus trabajaron en un operativo para remolcarla; entre la sorpresa y la tristeza, el hecho dejó interrogantes.

Por segunda vez en menos de una semana, la tranquilidad del Río de la Plata se quebró con una imagen inesperada: una ballena sei apareció muerta y encallada frente a la zona del Parque de la Memoria y Tierra Santa, en la Costanera Norte de la ciudad de Buenos Aires. El hallazgo se produjo el lunes por la noche, cuando un grupo de pescadores divisó la silueta oscura atrapada en un banco de arena y dio aviso a la Prefectura Naval y a la Fundación Cethus, una organización que desde hace más de treinta años investiga y protege a los mamíferos marinos en la Argentina.

TOMADA DE: https://www.lanacion.com.ar/

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El cuerpo, de unos seis metros de largo, estaba en avanzado estado de putrefacción. Según explicó a LA NACION Miguel Iñíguez Bessega, presidente de la mencionada fundación, se trataba de un ejemplar muy joven: “Esta es una ballena sei. Este animal era joven, estimamos menos de tres años, y ya hace varios días que está muerto. Es de la misma especie que varó hace poco, pero no podemos decir que estén relacionados. En ambos casos, llama la atención porque eran animales chicos y no podemos determinar las causas de muerte”.

Iñíguez hacía referencia al caso ocurrido el 9 de julio pasado: “Hace menos de una semana, otro cetáceo fue encontrado muerto en Vicente López. El cuerpo apareció a la altura del kilómetro 18 del canal costero del Río de la Plata. Se debió realizar un amplio operativo por La Lucila, debido a que la ballena había quedado varada. En esa oportunidad los expertos realizaron la extracción de material del animal para poder hacer el estudio correspondiente y constatar los motivos de su muerte”, agregó el investigador.

Esta vez todo ocurrió en la Costanera Norte porteña. El cuerpo fue visto anoche, cuando un grupo de pescadores lo encontró encallado frente al Parque de la Memoria. Para la mañana de hoy, el lugar se había convertido en un mirador improvisado: vecinos y curiosos se acercaron desde temprano para ver con sus propios ojos al animal inmóvil entre la corriente y la orilla.

La ballena sin vida permanecía flotando cerca de la costa, atrapado en un banco de arena, mientras la marea del río lo movía de un lado a lado, como si todavía respirara. La policía colocó cintas perimetrales para mantener un perímetro de seguridad, pero eso no frenó a las familias con chicos en hombros, a los ciclistas que detenían su paso ni a los vecinos que bajaban hasta los escalones de la ribera. El olor, mezclado con la brisa, dejaba en claro que el animal llevaba varios días muerto.

“Lo vi anoche en la tele y quise venir para verla de cerca”, contó Marta González, vecina de Núñez, a LA NACION, mientras observaba la silueta del cetáceo que flotaba, inmóvil, en la orilla. “Me da mucha tristeza, uno no se imagina una ballena acá en la costanera. Vine con mis hijos para que la vean, es algo único, pero ojalá no pasara”, agregó.

Desde temprano, los miembros de la Fundación Cethus permanecieron junto al cuerpo. Ellos se encargaron de observar las características del animal, identificar la especie y seguir de cerca el procedimiento para retirarlo. Con el paso de los minutos, los dos agentes de la Prefectura que habían llegado primero se marcharon, pero advirtieron a quienes custodiaban la zona que pronto vendrían las embarcaciones para trasladar a la ballena río adentro.

“Yo estoy acá desde las 6 de la mañana. Pesco en esta costa hace más de 20 años y nunca vi algo así”, sostuvo Jorge, pescador, a este medio, mientras desenredaba sus redes. “Es impresionante. Es la primera vez que veo una ballena tan cerca; muerta, me parte el alma, pero es la naturaleza, qué se le va a hacer”. El sol de la mañana iluminaba la superficie turbia del Río de la Plata, donde se distinguía la forma de la ballena flotando, a la espera de que la Prefectura completara el operativo para llevarla hacia las profundidades.

“Por la marea están preocupados”, dijo una chica de la fundación a Iñíguez. La preocupación se volvió evidente cuando varios miembros salieron corriendo a encontrarse con dos agentes de la Prefectura que acababan de llegar para advertirles algo que ya se empezaba a notar: el agua estaba subiendo rápido y la ballena comenzaba a girar de costado, con la corriente que la cubría cada vez más. Por momentos parecía que se hundía, pero enseguida volvía a quedar como al inicio.

Lucas, que iba camino a su trabajo en bicicleta como todos los días, frenó en seco cuando vio a un grupo de gente reunida, todos mirando hacia el río. Se bajó del rodado, se acercó curioso y recién ahí se enteró de lo que pasaba. “Es la primera vez que veo una ballena”, contó a LA NACION, todavía mirando fijo el lomo gris que se asomaba entre el oleaje. “Me da impresión, pobre, parece un bebé… Siempre quise ver una ballena, pero no muerta”, dijo, mientras sacaba su teléfono para tomar una foto. “Si no, nadie me cree que vi esto, ¿quién va a pensar que una ballena aparece acá?”, explicó.

La escena se repitió una y otra vez. Gente que pasaba en bicicleta o caminaba por la Costanera Norte se detenía, preguntaba, escuchaba la historia y enseguida apuntaba el celular. Algunos se quedaban largo rato, comentaban entre sí datos sobre el tamaño del animal o se preguntaban cómo había llegado hasta ahí. Otros se persignaban antes de seguir su camino, como si fuera un mal augurio.

A media mañana, el operativo para remolcar el cuerpo tomó forma. Un guardacostas de la Prefectura se posicionó río adentro, mientras un semirrígido quedó más cerca de la orilla para la maniobra principal. Desde un gomón, tres buzos se metieron en el agua –que les llegaba a la cintura– y rodearon la ballena para pasar una soga gruesa por debajo de una de sus aletas.

Cuando la soga quedó firme, comenzó a tensarse con cada tirón de la corriente y la ballena se fue alejando, despacio, de la escalera donde había permanecido atrapada durante horas. Desde el gomón, los buzos llevaron la cuerda hasta el semirrígido, que encendió su motor para arrastrar el cuerpo con más fuerza, evitando que la marea lo devolviera a la orilla. Desde la costanera, familias, pescadores y vecinos siguieron cada movimiento sin despegar la mirada, mientras la silueta gris se balanceaba por última vez sobre la superficie turbia del río.

Ya con la ballena lejos, rumbo al interior del Río de la Plata, Iñíguez Bessega explicó a LA NACION las teorías de por qué había apareció allí: “Una razón puede haber sido que el animal ingresó enfermo o con algún otro tipo de problema, desorientado, al río. Son animales de aguas profundas y de aguas saladas, con lo cual acá encuentra todo lo contrario: agua dulce y poca profundidad. Entonces es muy frecuente que queden como parados en los bancos de arena y el animal, al estar muchos días dentro del río, podría debilitarse y terminar muriéndose. Otro motivo es que lo hayan traído a las corrientes hacia dentro del río”, detalló.

También recordó el trabajo constante de la organización que preside. “La fundación está desde el año 1992. Trabajamos en investigación y conservación de delfines, ballenas. En el país tenemos proyectos en tres sitios: en la zona de Bahía Blanca, con el delfín nariz de botella o franciscana, como lo llaman allá; en la costa de Santa Cruz, con delfines australes y toninas overas; pero también trabajamos con los varamientos. Y también junto al Instituto Antártico Argentino trabajamos en las aguas antárticas. Y luego hacemos conservación, esto es parte de eso. Colaboramos con las distintas instituciones gubernamentales para responder a los casos como este del varamiento”, explicó el presidente de Cethus.

Para cuando llegó el mediodía, la silueta de la ballena ya era apenas un punto difuso perdido en la inmensidad del río. El guardacostas la escoltó a distancia para asegurarse de que la corriente no la trajera de nuevo hacia la orilla. Detrás quedaron los restos de la cinta perimetral y las huellas embarradas sobre los escalones. La costanera volvió a su ritmo: bicicletas, runners, autos que pasaron sin saber lo que había ocurrido ahí.

Dos buzos junto al cuerpo de la ballena

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