La mañana del domingo en Medellín comenzó con una llovizna suave y un frío tímido, pero pronto la ciudad se transformó en un escenario de emoción y energía. Miles de personas salieron a las calles con pancartas, tambores, aplausos y gritos de ánimo para acompañar la edición número 31 de la Maratón Medellín, que reunió a más de 27.000 corredores de 45 países, consolidándose como una de las pruebas más importantes de Latinoamérica.
En la prueba reina, los 42 kilómetros, el protagonista fue el cejeño David Gómez González, quien logró una de las victorias más memorables en la historia reciente de la competencia. Con un tiempo de 02:16:21, el antioqueño escribió una página épica para el atletismo nacional, venciendo a rivales de talla internacional y regalando a Medellín un desenlace cargado de emoción.
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Durante gran parte de la carrera, parecía que el triunfo sería para el keniano Titus Kipjumba Mbishei, quien impuso un paso fuerte y se mantuvo al frente del grupo élite. Pero Gómez, paciente y calculador, no perdió la concentración. Kilómetro a kilómetro, sostuvo su estrategia hasta que, en los últimos tres kilómetros, cuando las fuerzas flaquean y el cuerpo pide rendirse, emergió el corazón. Con determinación, alcanzó al africano y lo superó en la recta final sobre la avenida Bolívar, desatando la ovación de los asistentes que presenciaban un cierre de infarto.
La escena posterior fue aún más poderosa. Tras cruzar la meta, Gómez se detuvo, parecía confundido, incluso molesto. Segundos después, el misterio se resolvió: el campeón volvió sobre sus pasos para buscar a su hijo, lo tomó de la mano y juntos cruzaron de nuevo la meta en un abrazo que se convirtió en el verdadero trofeo. Un gesto que hizo estallar en aplausos al público y que rápidamente dio la vuelta en imágenes y videos, como símbolo de que el deporte es familia, amor y humanidad.
“Las cosas no siempre salen como uno las planea, pero lo único que nunca cambia en una carrera es el corazón, ese que late con la motivación de la familia”, confesó un emocionado Gómez en el podio, con la sonrisa tímida de quien sabe que acaba de protagonizar una gesta histórica.
La victoria del antioqueño ratifica no solo la vigencia del atletismo colombiano en las grandes pruebas de resistencia, sino también el papel de Medellín como epicentro del running internacional, avalado por World Athletics. En esta edición, la ciudad volvió a demostrar que el deporte es capaz de unir corazones y contar historias que van mucho más allá del cronómetro.
En cada calle y cada esquina, los aplausos, los carteles improvisados con frases de aliento y las sonrisas de miles de voluntarios recordaron que la Maratón Medellín no es solo una competencia, sino un fenómeno de humanidad. Allí corrieron niños que daban la mano, madres en embarazo que avanzaban con calma, familias que empujaban coches o sillas de ruedas y desconocidos que se abrazaban al llegar a la meta.
Entre todos esos relatos, el de David Gómez brilló con más fuerza, porque resumió la esencia misma de la carrera: correr no solo con las piernas, sino con el alma; competir no solo por la victoria, sino por el ejemplo; y demostrar que los triunfos más grandes son aquellos que se comparten.
La ovación que acompañó al campeón en Medellín seguirá resonando como símbolo de un país que celebra, junto a él, que los sueños se conquistan con paciencia, estrategia y corazón.