VENEZUELA:
Por El Nacional
Coordinador electoral de Encuentro Ciudadano en Naguanagua, estado Carabobo, el joven de 34 años de edad estuvo detenido tres meses, 18 días y quince horas.
Huyó del país por la frontera con Colombia y desde España denuncia lo que padeció por ser una pieza fundamental para conseguir las actas electorales que demostraron la victoria de Edmundo González Urrutia sobre Nicolás Maduro.
Nelson Merino, venezolano de 34 años, conoció el terror el 29 de julio de 2024. La noche anterior, durante las elecciones presidenciales, fue una pieza fundamental para conseguir las actas electorales que demostraron la victoria de Edmundo González Urrutia sobre Nicolás Maduro.
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Su cargo como coordinador electoral de Encuentro Ciudadano en Naguanagua, estado Carabobo, lo convirtió en testigo del voto ciudadano y lo llevó a tener en sus manos algunas de las miles de actas que certificaron el triunfo opositor.
Pero 24 horas después de las elecciones, mientras se resguardaba en su casa, funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) lo arrestaron. Desde el momento de su detención, quedó claro que su caso escapaba a cualquier lógica de justicia ordinaria. Familiares intentaron gestionar su liberación, pero la respuesta de las autoridades del centro fue contundente: «Aún cuando me traigas un millón de dólares, no lo vamos a soltar porque es una orden de arriba», relató Merino en un evento organizado por el Instituto Casla en Madrid, España, titulado “¿Qué pasa en Venezuela?”.
Luego de un mes fue trasladado al Centro Penitenciario de Aragua, también conocido como la cárcel de Tocorón, donde afirmó haber vivido una “película de terror”.
“Vi cómo maltrataron y violaron los derechos elementales de niños y ancianos. Había niños de 17 años, a cuatro le cantamos sus 18 años privados de libertad. También adultos mayores, de más de 80 años, que lo único que le pedían a Dios era volver a ver a sus hijos y nietos. Había personas con condición de salud grave, como cáncer, Parkinson, Alzheimer y otras en situación de calle que nadie nombra porque nadie los conoce”, relató.
Así transcurrieron tres meses, 18 días y quince horas, hasta que Merino fue excarcelado. Es un tiempo que cuenta con precisión de cronómetro.
Descargas eléctricas y hambre como castigo en Tocorón
El primer mes en Tocorón fue, para él, el más brutal.
“Nunca apagaban la luz. A la una o dos de la madrugada golpeaban las rejas, nos lanzaban agua fría u orina en las colchonetas para que no pudiéramos dormir”, contó. “Todos los días entraban con el psicoterror: ustedes no van a salir, se van a morir aquí, no valen nada. Nos decían que éramos esclavos”.
En ese contexto, Merino describió torturas físicas con descargas eléctricas. En varios casos, recuerda, le ponían tanta corriente a los niños que sangraban por las heridas causadas por la propia electricidad producida por los tasers. Pero también contó las posturas forzadas a las que sometían a los reclusos, generalmente bajo escaleras o en pequeños salones que les impedía estirar el cuerpo mientras los roedores pasaban por los lados.
A ello se sumaba la mala alimentación, otra forma de tortura, a juicio de Merino. «Arroz con sabor a jabón o sabor a tierra, con vísceras de res cruda. Eso era lo que daban en Tocorón», dice. Los desayunos consistían en «arepas quemadas o crudas con mortadela cruda licuada, los muchachos le decían cómicamente vómito de gato».
Sin embargo, lo peor llegaba cuando les servían «comida podrida, verde, con gusanos», junto con una clara amenaza: «eso era lo que había y si no nos gustaba nos íbamos a morir de hambre». El nivel de deterioro de los alimentos era tal que Merino afirmó que si “se lo ponías a los animales que estaban en Tocorón, que en su mayoría eran perros, no se lo comían».
Así transcurrieron dos semanas en las que Merino se negó a comer. «Sentía que si lo hacía me iba a enfermar más que no comer», explicó. El resultado fue predecible: lo sacaron desmayado de su celda y tuvieron que administrarle tres bolsas de suero por deshidratación completa. Perdió 20 kilos durante su reclusión. Otro preso político adelgazó más de 50 kilos en dos meses y medio, afirmó.
En todo ese tiempo, Merino dijo que los custodios los obligaron a hacer “favores” que consistían en que los reclusos realizaran tareas que los funcionarios les exigían a cambio de ciertos “beneficios”, como un plato de comida adicional o un vaso de agua. “Esos favores no eran de pórtate bien o cállate, no, eran favores sexuales. De los custodios para con los privados (de libertad)”.
La crueldad que lo marcó
Uno de los momentos que más impactó a Merino ilustra hasta dónde llega la crueldad del sistema. Ocurrió al salir de Tocorón, cuando una señora se le acercó con su teléfono.
«¿Conoces a mi hijo?”, le preguntó a Merino. “Y yo le digo, sí señora, yo lo conozco, él está allá adentro”, respondió. “Nelson, no me han dejado verlo en todo este tiempo», le dijo la mujer, que no había podido ver a su hijo en más de tres meses.
Ante ello, en medio de cierta incredulidad, Merino le dijo que no entendía cómo no le habían permitido ver a su hijo siendo ella su familiar directo. “Es que a él le dijeron allá adentro que su mamá había muerto.
“A ese nivel de crueldad llegamos. Donde no les importa absolutamente nada», lamentó Merino.
En medio de ese escenario, relata que la desesperación llevó a muchos al límite. “Yo presencié cantidad de intentos de suicidio dentro de Tocorón. Con alcohol, con cloro, se lanzaban de las literas para pegar con el borde del piso de las celdas para desnucarse y morir, ahorcarse con las sábanas. Pero eso sencillamente no se dice”.
Cuando finalmente fue excarcelado, Merino descubrió condiciones severas que restringían esa “libertad condicional”, como él la llamó. Así que decidió huir del país a través de la frontera con Colombia.
«No podía quedarme siendo partícipe y cómplice con mi silencio. Tenía que denunciar la atrocidad que hoy viven nuestros hermanos, dentro de Venezuela y dentro de los centros de tortura. Ya me quitaron lo más importante que fue mi libertad. Pero nunca me van a quitar mis ganas de seguir trabajando y luchando por un país donde realmente reine la libertad y la democracia».