El sol de agosto no da tregua en La Guajira. En comunidades wayuu como Nazareth, Manaure y Uribia, la falta de agua vuelve a ser el drama diario de cientos de familias que recorren kilómetros en busca del líquido vital, mientras los jagüeyes se secan y las reservas de los molinos de viento apenas alcanzan para lo básico.
La crisis no es nueva, pero se intensifica en esta época del año. Mujeres y niños cargando canecas bajo el sol abrasador se han convertido en una imagen repetida, reflejando una realidad que trasciende generaciones. La escasez afecta no solo el consumo humano, sino también la alimentación, pues muchos animales mueren de sed, agravando la inseguridad alimentaria en la región.
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Sin embargo, en medio de ese panorama sombrío, también se abren caminos de esperanza. En las últimas semanas, desde el Gobierno Nacional, se hicieron varios anuncios entre ellos, la puesta en funcionamiento de sistemas de agua potable que benefician a más de 1.100 personas en comunidades rurales wayuu, con una inversión cercana a 720 millones de pesos, sumándose a más de 232 puntos de acceso nuevos que hoy ya abastecen a familias del desierto. En total, más de 126 mil guajiros han recibido algún tipo de mejora en el acceso al recurso vital durante el último año, con intervenciones valoradas en más de 500 mil millones de pesos.
A esta suma de esfuerzos se agrega el impulso de iniciativas globales y locales. A comienzos de agosto, la visita de un creador de contenido internacional permitió instalar un pozo profundo, filtros y tanques que hoy llevan agua potable a más de mil personas en comunidades de Maicao y Manaure. Y en las aulas, un colectivo de jóvenes guajiros unidos a redes internacionales instaló ocho torres de filtración comunitaria en instituciones educativas de Maicao, Uribia y Riohacha, beneficiando a cientos de estudiantes y fomentando prácticas de salud e higiene.
Mientras el desierto aprieta con su sol inclemente, la resistencia ancestral del pueblo wayuu se combina con acciones concretas que, aunque pequeñas frente a la magnitud de la sequía, marcan la diferencia en la vida de miles de familias. La sed sigue siendo un reto diario, pero cada gota lograda es un recordatorio de que el agua no puede seguir siendo un privilegio en La Guajira.