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El Bronx se desplaza al atrio de la Basílica Metropolitana y el parque Bolívar

Las bancas son ocupadas por habitantes de calle, que las utilizan para dormir, incluso, durante el día. Dos hombres juegan con una cajetilla y apuestan dosis de bazuco y billetes de dos mil pesos. La ocupación preocupa a los vecinos. FOTO JAIME PÉREZ

Habitantes de calle se movieron de la carrera Cúcuta con La Paz y ahora ocupan bancas y atrio sin control de autoridades.

TOMADA DE: https://www.elcolombiano.com/

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En Medellín hay un lugar con un nombre tan esnob como deprimente: el Bronx. Su ubicación ha cambiado varias veces, pero hoy está en Cúcuta con La Paz, en el Centro. Ese hervidero, se comenta en la calle, se está expandiendo, conquistando nuevos espacios. Y su primera parada es el Parque Bolívar.

El Bronx está poblado por hombres y mujeres que, harapientos, deambulan de un lado a otro con ojos desorbitados, cargando botellas amarillentas de pegante. Arrastran los pies entre desperdicios; si hay una desavenencia, la zanjan a cuchilladas, sin más.

Es una población flotante —un pueblo sin tierra—. Son unas 1.700 personas, según el último censo de la Alcaldía. La gran mayoría —81%— está compuesta por hombres, casi todos jóvenes.

Llegó el Bronx”

El parque, con el prócer en su caballo y la Basílica en su extremo norte, es símbolo de la ciudad. Fue inaugurado en 1892, cuando Medellín era una villa aún. Y, si bien su pasado fue esplendoroso y aristocrático, lugar de tertulias y eventos políticos, hoy es decadente, cuando menos.

Sus males vienen de décadas atrás, pero la remodelación, terminada en 2020, más la pandemia, parecen haberle dado un giro a su historia.

Junto a una de las bancas de concreto del parque, un grupo de diez hombres, todos desarrapados, de cabelleras hirsutas y miradas descolocadas, juegan con una cajetilla de fósforos. Están de cuclillas, uno al frente del otro, pero no se miran. Arrojan la cajetilla de un lado a otro, procurando que quede vertical, dedicándole toda su atención. Es un juego incansable, que parece interminable, en el que pasan las horas, absortos, sin decirse nada.

Y ponen sus apuestas sobre el suelo: un billete de dos mil pesos y una pipa llena de bazuco.

A escasos metros del corrillo, Héctor Echeverri, que asiste al parque desde 1981, mira atentamente, y comenta:

—Robos siempre ha habido en este parque, cómo negarlo. Pero lo de ahora es distinto. Esto se llenó de gente que viene de otros lados, habitantes de calle, que ocupan todas las bancas y fuman bazuco.

Héctor trabajó, en los 80, en Helados San Francisco, en este parque. Luego pasó por varios negocios del sector. Ahora no trabaja y, para matar el tiempo, se da un pasón por el parque, en donde toma tinto y admira la centenaria vegetación. Sin embargo, su pasatiempo ideal, el juego de parqués, tuvo que trasladarlo a la plazuela San Ignacio, pues él y sus amigos se sintieron desplazados del Bolívar:

—Después de la remodelación llegaron muchos habitantes de calle acá al parque. Ya no tiene espacio para sentarse en las bancas.

Un hombre moreno, de cabello duro y enmarañado, saca un cuchillo de su bolsillo. Sus ojos siguen a la cajetilla de fósforos, que vuela de un lado a otro, arrojada por los apostadores. El cuchillo es enorme y brilla a la vista de todos.

Un vendedor del sector comenta, con prudencia, que las peleas a cuchillo se hicieron frecuentes. Según su relato, los días de más afluencia de habitantes del Bronx son los fines de semana. Varios comerciantes, que llegan muy temprano a abrir sus negocios, se topan con escenas obscenas y violentas. Un comerciante dice: “Se dan cuchillo por un ‘plon’”. Otro rememora: “Se ve sangre chorreada en el suelo”.

¿Y las instituciones?

En los últimos años, las alcaldías han cercado al Bronx, pero no ha habido una intervención de fondo.

Si bien los centros de atención han funcionado, un estudio de georreferenciación de los habitantes de calle, hecho por la Universidad de Antioquia, encontró que en 2020 solo el 57% de esa población recibió la oferta institucional, como el acompañamiento y el manejo a la drogadicción.

También se cuestiona por qué la Policía no retira a los hombres que, a la vista de todos, fuman bazuco y aspiran sacol, juegan juegos de azar y se dan puñaladas. Un patrullero dice que el problema radica en que los expendios de droga, muchos establecidos en casas del sector, se mantienen sin ser objeto de control policial. “Mientras no se ataque a las bandas, es muy complicado. En cuanto a la gente, nosotros solo podemos sacarlos. Ellos vienen del Bronx, se mueven para otro lado, nosotros los movemos. Pero es un problema social, de fondo, que necesita mayor articulación de la Policía, la Alcaldía y el Gobierno Nacional”, explica el policía.

Jorge Mario Puerta, director ejecutivo de la Corporación Cívica Centro de Medellín, Corpocentro, añade que hay una “migración” de habitantes del Bronx que se están ubicando en Palacé, Sucre y hasta la Oriental. En cuanto al Bolívar, es categórico: se lo tomaron. “Los habitantes de calle pueden circular, claro, como cualquier ciudadano, pero hay que impedir esas conductas que van en contra de la comunidad”, comenta.

La reciente ocupación del Parque Bolívar ha traído consecuencias a los edificios que los circundan. En febrero se hicieron públicas unas fotos del Teatro Lido —inaugurado en 1945— inundado de basuras. Su zaguán, si le puede decir así al pasillo interior, estaba repleto de plásticos y desechos.

Las fotos causaron revuelo en redes sociales. Lo que pasó, contado por los propios vecinos, es que las basuras arrojadas en el sitio, en las noches de juerga y riñas, fueron arrastradas por el viento. El teatro estuvo un mes cerrado, sin ser aseado, lo que favoreció el acumulo de desperdicios. Sin embargo, quedó la postal del icónico teatro, símbolo de la cultura, afectado por lo que pasa a sus alrededores.

La pandemia y las cuarentenas cambiaron las dinámicas del Parque Bolívar. Mientras la mayoría de la población se encerró en sus casas, los que no la tienen hicieron del Bolívar su hogar.

10.395 metros cuadrados es la extensión del Parque Bolívar, que tiene amplios jardines.

CONTEXTO DE LA NOTICIA
PARÉNTESIS
LOS ROBOS HAN DISMINUIDO

Aunque la percepción de seguridad es mala en los alrededores del parque, las cifras muestran que los hurtos han bajado con respecto al año anterior. Con corte al 11 de marzo, este año se han presentado 49 robos a personas en el barrio Estación Villa, al que pertenece el parque. En 2021, esa cifra fue de 65, lo que equivale a un 24% más de los presentados este año. Entre los vecinos es común escuchar que los habitantes de calle no tienen como objetivo robar, el problema es la invasión del espacio público, las riñas constantes y el consumo de droga todo el día.

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