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ARGENTINA: Un amigo de la secundaria la invitó a cenar y la “entregó” para que abusen de ella y la maten

ARGENTINA:

Una coartada sobre un secuestro inverosímil desvió la investigación hasta que encontraron el cuerpo de Natalia Di Gallo en el Parque Pereyra Iraola.

TOMADA DE:https://tn.com.ar/

Archivo:TN todo noticias logo.svg - Wikipedia, la enciclopedia libre

“La Justicia se sentó a esperar”, lamentó el papá de la adolescente, en diálogo con TN. La causa prescribió, sin los asesinos presos.

Pasaron casi dos décadas desde que la adolescente Natalia Di Gallo, entonces con 16 años, salió de su casa para ir a cenar con un chico y no volvieran a verla viva. Encontraron su cuerpo después de tres días, el 1° de enero de 2004, tirado en un zanjón en el Parque Pereyra Iraola.

Natalia fue violada y asfixiada. Recién diez años después, el caso llegó a juicio y Nicolás Gómez, ese joven que la había invitado a salir ya convertido en un hombre, fue encontrado responsable de “entregarla” a por lo menos otras dos personas y condenado por ello a 20 años de prisión. Los asesinos, en cambio, nunca fueron identificados.

“Ese día Gómez llamó a tres chicas para invitarlas a salir. Dos le dijeron que no, la última fue Nati”, contó a TN Juan Di Gallo, el papá de Natalia. Le insistió durante todo el domingo hasta que ella aceptó y, sin sospecharlo siquiera, cayó en una trampa mortal. Sobre el fallo de la Justicia, opinó: “Yo no quería 20 años, lo único que deseo para Gómez es la muerte. Mintió demasiado”.

La cita, la trampa
Nicolás y Natalia se conocieron en el colegio secundario Santo Tomás de Florencio Varela, al que asistían los dos, pero en diferentes cursos, ya que él era cuatro años mayor. Si bien no tenían un vínculo cercano, cuando el adolescente la invitó a salir, ella estaba peleada con su novio, con quien había discutido unos días antes. Por eso, ante la insistencia de Gómez, le pidió permiso a sus padres primero y después le dijo que sí.

Alrededor de las 3 de la mañana sonó el teléfono en la casa de la familia Di Gallo y un policía preguntó si Natalia había regresado. La llamada sorprendió a los padres de la joven, pero todavía se sorprendieron más cuando el oficial les explicó que ahí en la comisaría lo tenían a Gómez, y que acababa de denunciar el secuestro de su hija.

Un secuestro inverosímil
Con el paso del tiempo, Gómez se mantuvo siempre firme en su versión, primero como testigo y después como imputado. Según su testimonio, esa noche pasó a buscar a Natalia por su casa de Florencio Varela en un Renault 11 y fueron al Parque Pereyra Iraola de Berazategui para estar un rato a solas.

En ese punto es donde su historia se torna, cuanto menos, dudosa. El chico contó que de repente apareció un hombre con barba, rompió la luneta trasera y, a punta de pistola, a él lo encerró en el baúl del coche y a ella se la llevó secuestrada.

“La sacó de mi casa y la entregó. Después él fue solo al Parque Pereyra Iraola y plantó la escena del asalto y el secuestro de mi hija”, decía en aquel momento Juan Di Gallo delante de cuanto micrófono podía, absolutamente convencido de la que la coartada de Gómez era una mentira. El joven estuvo preso entonces tres meses, entre enero y abril de 2004, pero después lo liberaron por falta de pruebas.

El cuerpo habla
Con las primeras horas de 2004, la esperanza que aún conservaba la familia de Natalia de encontrarla con vida se derrumbó. Su cuerpo apareció envuelto en bolsas de basura, en un zanjón de Camino General Belgrano, cerca del parque.

Más tarde, la autopsia estableció que la víctima fue violada por dos o tres hombres y que había muerto por una “asfixia mixta” producida por la obstrucción de las fosas nasales y la boca, en combinación con la compresión torácica-abdominal que la chica sufrió cuando soportó el peso de una de las personas que intentaba someterla.

Los forenses concluyeron también que Natalia había sido asesinada en otra parte y que después de un par de días su cuerpo fue plantado en el lugar en donde lo encontraron.

El “entregador” en el banquillo
Tuvieron que pasar 10 años y cuatro fiscales para que Nicolás Gómez fuera detenido de nuevo y se sentara, por primera vez, en el banquillo de los acusados para responder ante un tribunal sobre su responsabilidad en el hecho.

Un testigo que aseguró haberlo visto cuando traspasaba a una chica de características similares a las de la víctima a otro auto y el resultado de la pericia sedimentológica realizado sobre la ropa que llevaba puesta el acusado al momento del hecho fueron las claves para que su suerte cambiara después de una década y volvieran a detenerlo.

“Si hubiera estado encerrado en el baúl de su auto, su ropa se hubiera manchado y se demostró que no había ningún rastro de ello”, explicaba entonces el abogado querellante Daniel Mazzocchini ante los medios. En otras palabras, la pericia demostró que Gómez había mentido.

Finalmente, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 de Quilmes condenó a Gómez en julio de 2014 a la pena de 20 años de prisión por considerarlo partícipe necesario de privación ilegal de la libertad con el agravante de que sabía que a la víctima la iban a violar tres o más personas, y por la muerte de Natalia.

En el mismo fallo, los jueces sugirieron “continuar con la investigación” porque tenían “serias sospechas” acerca de la participación de los dueños y el inquilino de una quinta de Florencio Varela en la que la joven pudo haber sido asesinada.

En una entrevista con TN ahora, Mazzocchini confirmó: “Cuando logramos la condena se formó una nueva causa en la Fiscalía N°10 de Quilmes” con el objetivo de llegar a los autores materiales de la violación y el homicidio de la adolescente. Los nombres aparecieron, muchas pruebas en su contra también, pero siguió pasando el tiempo y la verdad quedó encerrada en un callejón sin salida.

“Esa causa prescribió porque habían pasado más de 12 años, apelamos, pero la investigación quedó en la nada”, apuntó el letrado. Y remarcó: “Había que nuevamente subir la montaña desde la base, estábamos cansados de empujar el tren de la negligencia de la Justicia argentina”.

El testigo menos pensado
Con Gómez condenado y preso, los asesinos de Natalia seguían en la calle y sin que se les pudiera poner nombre y apellido. Hasta que apareció el testigo menos pensado: Martín Lanatta. El mismo hombre que fue condenado oportunamente a prisión perpetua por el triple crimen de General Rodríguez, – cuyas víctimas fueron Sebastián Forza, Damian Ferrón y Leopoldo Bina – , y que se escapó con su hermano y Victor Schillaci en enero de 2016.

Durante el juicio por el crimen de la adolescente, Lanatta aseguró que “para fines de 2003 tuvo contacto con el inquilino de la quinta Ensueños de Florencio Varela, Andrés Mayer, como con Christian Refichi y Karina López (pareja de Mayer), que había escuchado que en un auto guardaban videos, sogas, bolsas, que se descartaron de esos elementos, ya que habían sido quemados en la zona del Ombú de Varela, en la Avenida Touring Club”.

Además, dijo que en ese lugar, los señalados “organizaban fiestas con chicas que traían de boliches o de lugares nocturnos” y que “Refichi, López y Mayer conformaban un trío amoroso y que estas prácticas con adolescentes eran habituales”.

La nueva causa apuntó contra estas tres personas y las pruebas acompañaron el relato del testigo, pero no alcanzó. Mayer, el principal sospechoso, murió durante el proceso, mientras que su pareja y Refichi fueron sobreseídos en septiembre de 2019 por la prescripción de la causa.

“La Justicia se sentó a esperar”
“Nadie hizo nada por Natalia”, subrayó su papá a TN, que muchas veces tuvo que volver a su casa llorando y con bronca, cuando las puertas se le cerraban en la cara. “Me hice policía, abogado y fiscal, pero lamentablemente no le pude cumplir…”, añadió el hombre y dejó en suspenso la frase. Recién entonces, ya sobre el final de la entrevista, el dolor y las lágrimas lo vencieron y quedó en silencio unos segundos.

Para él, sencillamente “la Justicia se sentó a esperar”. “La causa prescribió y yo me cansé”, manifestó. Así, después de tantos años de ponerle el cuerpo y el alma a la causa, Di Gallo sintió que ya era momento de intentar volver a vivir.

Actualmente, no sabe si Gómez sigue preso o si ya está libre, pero tampoco quiere saberlo. “Yo decidí que tenía que seguir, como pudiera, pero en libertad por mi familia”, señaló el hombre. Aun así, admitió él mismo: “algo se rompió”. “Ya nada es lo mismo, no me olvido de nada ni se me pasa el dolor”, apuntó Juan Di Gallo, y concluyó: “Para nosotros no existió más una Navidad ni un Año Nuevo”.

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